Miró en dirección a
la puerta. El ruido parecía proceder del otro lado y sonaba acompasado, como si
fuesen pisadas, cada vez más cerca, cada vez más cerca, cada vez más cerca… No
había nadie más en la casa, o eso creía ella. De pronto, fuese lo que fuese aquello
que sonaba, cesó. Tan sólo un oído muy fino hubiese podido identificar los
sonidos que rompían el inquietante silencio de la noche en el interior de esa
casa que parecía maldita, y éstos no eran otros que los correspondientes a
ambas respiraciones: la de ella, jadeante, por el miedo que la atenazaba; y la de él, excitada, mientras asía
fuertemente el pomo de la puerta de la habitación, con su mano enguantada en
cuero negro, y se encontraba con la
mirada de ella, asustada para más señas, después de tanto tiempo, después de
tantos años… y es que aún seguía hermosa, “lástima, ahora que por fin había
tomado ya su decisión…”
No hay comentarios:
Publicar un comentario