reflejo de mi abandono,
danza sobre paredes níveas
y asépticos muros en tela
rígida.
El corpóreo dramático
que escenografía mi desnudez,
adivina albo mi pecho,
atrevido y enhiesto cuenco
que asola el día
mientras la noche se yergue
y va tras él,
rodeando mi cintura
con intrépido abrazo.
A mi edad –parece mentira-
hay calentura,
pues aún perdura,
de manera subsidiaria,
la trémula pasión
que intuye mi sombra negra,
ésa que se prolonga hasta la
pared
haciendo oscilar mi talle
al ritmo amable,
cálido e inquieto…
.
.
de mi locura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario