martes, junio 30, 2020

REALIDAD DISTORSIONADA

REALIDAD DISTORSIONADA

Hoy me he levantado sintiéndome nada, o sea, yo misma. Eso me ha puesto de buen humor, es cansado levantarse cada día siendo algo o alguien distinto, porque al final la gente espera eso de ti, que no seas tú, que seas alguien ocurrente y divertido, útil a la sociedad... Me he pintado la sonrisa de los labios con carmín y la mirada de mis ojos la he teñido de verde esperanza. Mi cabello, siempre corto, camina sin remedio hacia la albura nívea en un viaje sin retorno. Tomo el portamonedas y la bolsa de la compra, como cada día, y voy al supermercado más cercano. Nada más entrar siento las miradas de la gente sobre mi persona, no tienen nada de amables -ni las personas ni sus miradas-, me apresuro, azarada, a colocarme la mascarilla, esto de ser tan despistada me va a acarrear más de un disgusto.
Siguen mirándome sin disimulo. También advierto que se hacen a un lado cuando paso cerca de ellos, como si estuviese apestada. Empieza a entrarme cierta aprensión... caramba, esto no me había pasado nunca. Sé que no he contraído el COVID, pero ellos no lo saben... ¡y yo tampoco sé si ellos son positivos, coño, qué finos nos hemos vuelto, qué delicados!
Con aires de reina ofendida, pago lo que debo al llegar a la caja, y me voy del supermercado con la cabeza bien alta... ¡¡será posible, qué se habrán creído, gentuza!!
Sólo al entrar en el portal de mi casa rompo a llorar por lo que me parece una injusticia, que la sociedad me trate como a una apestada, una delincuente, qué sé yo... sin haber hecho nada para merecer dicho trato, y me doy cuenta de lo crueles que son los prejuicios. Subo en el ascensor y me percato de un detalle cuando busco el número de mi piso entre la lista de botones numerados: no me he puesto las lentillas. Caramba... pues sin lentillas no soy nada. En cuanto entro en casa es lo primero que hago, ponerme el par de lentillas para poder discernir entre lo que es la realidad y “mi realidad”.
No sé si reír o llorar de nuevo al ver mi reflejo en el espejo una vez puestas las lentillas... “mi falsa realidad” me ocultaba la verdadera con la que me he estado paseando por el supermercado como si tal cosa. Me he levantado siendo erizo, un espinoso y puntiagudo erizo.

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