miércoles, mayo 20, 2020

YO A MI BOLA ("El paripé de la pingo"

EL PARIPÉ DE "LA PINGO"

Regulado desde mañana el uso de las mascarillas, por fin…
Subrayo algo, en el artículo 3 del BOE se señala claramente que esta medida será “siempre que no sea posible mantener una distancia de seguridad interpersonal de al menos dos metros”, y en la disposición final  segunda hace notar que esta medida “mantendrá su eficacia durante toda la vigencia del estado de alarma y sus posibles prórrogas”. 
Entendido.  Acatemos, pues, la normativa que emana de la autoridad competente, cumpliendo escrupulosamente cada término.  En interiores es obvio que no se pueden marcar esas distancias interpersonales de los dos metros; en la vía pública, depende… si te cuidas de acudir a lugares concurridos, o en horas de mucha afluencia, puedes garantizarte esa distancia social  y pasar de mascarilla sin que ningún probo ciudadano te recrimine, estamos ¿no?
Ahora voy yo a lo de la distancia social de dos metros. Creo haber entendido bien que el uso de la mascarilla no exonera de marcar dichas distancias, pueees… hay quien no lo entiende, pero muchas personas. Como llevan puesta la mascarilla, pese a que se pueda producir dicho distanciamiento, te arrollan y pasan casi por encima de manera literal, apuesto a que se creen que ese artilugio en la boca, garganta, frente o colgando de una oreja, donde la tengan a bien poner, les confiere una protección como la celada que llevaba Sir Gregor (Montaña) en Juego de Tronos, y aunque uno trate de marcar territorio haciéndose a un ladito, te viene el Sir Gregor de pacotilla y te tose en las mismas fauces, eso sí… con la celada bien enrollada al cuello, como si fuese una bufanda, que eso lo he sufrido en mis carnes esta misma mañana en el “Carrefú”. Por cierto, hago un inciso y luego retomo… hacía mucho que no iba al Carrefú y pensé que tal vez las medidas sanitarias iban a ser más estrictas, bueno… en realidad no había… medidas… me ha sorprendido, simplemente. Desde aquí aprovecho, ya de paso, para dar mi enhorabuena al establecimiento de la cadena LIDL, Av. Santander, por su excelente gestión desde que empezó esta movida del confinamiento, donde nunca ha faltado nada, desde el principio, y todos sus empleados se han mostrado diligentes en todo momento, reponiendo, informando, controlando  el acceso de clientes y facilitando el uso de guantes y geles al público, mi nota para ellos es de “notable alto” (“suspenso” para ese público que exige de malas formas a la salida del comercio, que el responsable que está a la puerta le regale unos pares para llevarse a su casa).
Retomo lo de la mascarilla y la distancia… que una cosa no quita la otra. Porque, seamos sinceros y ahora que no nos lee nadie, la mascarilla tiene su utilidad, ¡y mucha! Pero lo que vamos a lucir esta primavera en las calles, mucho me temo que va a ser la mascarilla modelo “pingo”.  La quirúrgica de casi un euro, esa azulita con las gomas… de toda la vida en el hospital ha sido mascarilla de usar y tirar, como las batas verdes de papel, estoy harta de llevarlo a la práctica ante casos de pacientes aislados; si estoy en un error que me corrijan mis colegas -excelentes profesionales todas- que pasan por aquí. Precisamente ahora se mira más lo de “tirar” por razones obvias; si el material está en precario, se alarga la vida de las mascarillas, pero de siempre han sido un “usa/tira, usa/tira”. A lo que vamos, que levante la mano quien esté usando esas chismas con la frecuencia requerida, es decir, ¿tres, cuatro al día…? lo que supondría una pasta gansa. Entonces ¿qué se hace? Hemos leído de todo, las lavan, las hornean, las planchan, hasta las cocinan a la chilindrón para reutilizarlas varias veces –normal… he escuchado en la radio que el gasto medio al año por familia en mascarillas podría suponer 1300 euros-, como eso es un disparate colosal, al final ¿qué llevas puesto…? –y no es una pregunta caliente-, pues una mascarilla más chupada que la pipa de un indio, o lo que llamo modelo “pingo”.
Bien, el lunes puede que nos veamos en la tan codiciada Fase 1. Podremos alternar hasta en grupos de a diez. Si nos admiten en una terraza a los diez guardando los metros, no creo que entren más grupos, si paseamos por la calle Santiago, los diez, no creo que entren más grupos, tal vez esto es exagerar, pero aun así tendremos licencia para estar más junticos, eso sí, no nos pasará nada porque estaremos a salvo con la modelo “pingo” creyéndonos Sir Gregor, ja-ja-ja-ja-ja…
Pueees, creo que paso de esta ronda, la verdad y, como mi exquisita responsabilidad ciudadana me lleva al cumplimiento de la normativa en todas sus vertientes, mientras se pueda, os quiero a todos… os quiero a todos a más de dos metros, no os mostréis lisonjeros, retozones ni cercanos con “la pingo” colocada a la remanguillé ni a la perfección, pudiendo estar lejanos si el sitio lo permite, majos. Nada de frotamientos ni refociles, que corra el aire, ya lo sabéis. No seré sanitaria vocacional pero conozco el oficio, y esto de la mascarilla para un alto porcentaje de la gente –hablo en abstracto otra vez, qué manía…- es sólo un paripé. Admitamos paripé como animal de compañía, pero, como reza el bolero, contigo en la distancia.
Una última reflexión…hummm… eso de pedir cita para ir la piscina, para ir a la terraza, esos cuadrantes que ponen en la arena de la playa para delimitar –creo que me produce ternura y algo de pena ver cómo se esfuerzan los operarios en poner unas tiritas de plástico que al primer golpe de viento se verán sepultadas bajo la arena-, esos partidos de fútbol sin público, puede que hasta representaciones teatrales a puerta cerrada… no sé si es que exageran en los telediarios, pero me pregunto… ¿no sería mejor haber pasado este verano de todo, playas, piscinas, no-ferias… y haberlo dejado para más adelante? Mucho me temo que estas vacaciones ir a cualquier parte va a ser como lo del uso de la mascarilla para algunos… un paripé.

Ana Rodríguez (POETA BULULÚ)


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