jueves, mayo 07, 2020

YO A MI BOLA (Sus Majestades...)



Sus Majestades…





Estamos en la Fase "0", pasaremos cuando toque a la "1", a la 2, a la 3... y gritaremos ¡mambo! cuando lleguemos a la 10.

De momento se sigue hablando del virus, ese ente raquítico y malévolo que nos ha puesto a todos contra las cuerdas y del que, además de su condición de dañino, sólo conocemos su naturaleza regia, no en vano luce corona en su testa como los reyes de verdad, bueno... o eso dicen los sabios que consiguen verle a través de una lente. El resto de los mortales no le vemos, sólo -unos más que otros- le padecemos, y los sabios también... nadie dice que los expertos, por haberle presentado sus respetos a través de dicha lente, no sean susceptibles de padecerle. Es lo malo que tienen los virus, que no se les ve venir... bueno, hay personas que, siendo sensiblemente más grandes de tamaño, tampoco se las ve venir, en fin...

Dicho esto, no sé en qué fase de todas, pero sospecho que estamos cerca, empezaremos a "olvidarnos" de él. Otros problemas alternativos a la génesis de esta movida, sobre todo para quienes hayan salido o salgamos -si salimos- indemnes del atropello, desplazarán al nefasto bicho, me refiero sobre todo a los asuntos derivados de la falta de dinero -el exceso del mismo nunca genera preocupaciones, al menos tan gordas ni de ese tipo-, el problema económico, la pela, la pasta... lo estamos viendo ya.

Hay quien tiene prisa por reactivar sus negocios o empresas porque está perdiendo dinero -lógico-; hay quien no tiene prisa por reactivar sus negocios o empresas porque, si lo hace y no es a pleno rendimiento de un 100%, también pierde dinero -lógico a medias, hay negocios que no han estado al 100% jamás, ni en los mejores sueños de su propietario-...

Los enclaves turísticos demandan apertura y se preparan para mostrar -casi obscenamente- toda su mercancía, tumbonas, sillas y mesas de terraza; los hoteles ultiman detalles y repasan todo para que esté perfecto a la hora de recibir la afluencia de turistas y visitantes, cuantos más mejor, si el aforo se ve reducido de manera impositiva, no importa, ya veremos cómo nos apañamos; las playas y piscinas lucen impolutas, algunas arenas han sido lavadas hasta con tanques de lejía, caramba... qué primor... se busca el modo de tomar la temperatura al bañista antes de pisar el albero, practicarle una radiografía de tórax si es menester, un test de embarazo si no hay otro más a mano... en fin, que no falte de nada para que el forastero se sienta como en casa y suelte la pela, no en vano los expertos -deben ser los mismos que miran a los bichos a través de una lente- han dictaminado que la arena, el sol, el agua salada y el agua clorada de las piscinas son mano de santo para exterminar al maligno, pero... ¿qué bicho...? ¿quién se acuerda del bicho? ahora toca playa y chiringuito, que se mueva la pela y no se apolille.

La otra cara de la moneda está en los pequeños municipios donde no hay turismo, ni playa, ni hoteles, ni grandes terrazas, si acaso, la del Bar del Manolo, ni tiendas de recuerdos... y esos no quieren forasteros ni en pintura, no les traigan el coño del bicho ése, que mira que da por culo aunque tenga corona, o tal vez da por culo porque la tiene, a saber... Es decir, el forastero, da lo mismo de dónde venga, y casi da igual si lleva tatuado en sus pulmones el "coronado", el caso es que está supeditado a poder ir a un destino u otro, no en función de que lo tenga tatuado, si no en función de que sea menester que se deje los ahorros o no.

Empresarios, comerciantes pequeños o grandes, gobernantes... unos quieren avanzar, otros no, en todo caso cada vez pesan más en la balanza las razones económicas, como argumento para reanudar o para todo lo contrario, y van quedando al margen algunos quijotes locos, cada vez menos -llegarán a ser cuatro de ellos-, los que tomen sus decisiones basándose en la omnipresencia de Su Majestad, el Coronavirus.

Salimos en manada a la calle, de modo que cualquier calle normal se transforma en la calle La Estafeta a la hora "H", necesitamos correr, brincar, airearnos, es lógico... pero nuestra necesidad de ejercicio es inversamente proporcional a nuestra evocación del bicho, y su minúscula reminiscencia se diluye en nuestra mente a medida que nos aproximamos más de lo recomendable a otros paseantes porque también tenemos esa otra "necesidad": la de olvidarnos de él -lógico, obvio, una opción de lo más saludable para la mente-...

Nos quedan cuatro telediarios para olvidarnos de él, lo cual es positivo, no conviene recrearse en los malos pensamientos, lo malo es que sus Satánicas Majestades están ahí y no se han ido.

Y no hablaba de los Rolling Stones, que tampoco se han ido. Pero molan.


No hay comentarios: