lunes, junio 15, 2009

PRAGA


Praga, la negra Praga,
si es por mí, ciudad sin guía ni adalid,
enigmática y hermosa cual París,
más canalla y hechicera que Madrid.
Me preparé el viaje rapándome al cero,
cargando mi mochila con tabaco y cenicero,
calzándome un par de deportivas
en charol verde manzana y negro
para caminar con garbo y lanzar las campanas al vuelo,
con la mirada serena, por brújula un lucero
y en la boca un beso, una flor y una sonrisa
pintada de rojo carmín perecedero.
Praga, cálida y antigua,
vetusta como abuela cuentacuentos,
se yergue con sus torres majestuosas
y se apaña bien aún con tranvía.
Me niego a estudiar inglés un año
para usarlo sólo un día
en un millón de tabernas cervecientas
bebiendo buenas rubias de las de artesanía,
para pedir un chupito de ese licor del hada verde
llamado absenta, de vistoso y fraudulento tono menta,
para deambular por rincones, por esquinas,
callejones, para tomarme un goulash a la pimienta
o dos buenas salchichas con un par de cojones.
No necesito saber nombres de calles ni de plazas
para disfrutar de la brisa del Moldava,
del viento repentino, huracanado
que a menudo nos trae agua
y nos mueve al son que baila el Golem
o un Pinocho suspendido de una cuerda.
Marionetas, brujas, hadas, Teatro Negro,
pasadizos, relojes y torres siniestras,
anticuarios, Art Nouveau,
Mucha, Kafka, Milan Kundera,
de procesos y castillos,
de murallas e insectos metafórmicos,
de Wenceslaos a Karolos,
de leyendas de fantasmas y barberos,
de demonios y hombres lobo,
de pesos y levedades filosóficas,
de enredos amorosos que nos
llevan irremediablemente a sucumbir
ante nuestra insoportable levedad del ser y del vivir.


http://ana-erre.es/

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