lunes, diciembre 24, 2007

FELICES FIESTAS



POR SI ME FALTABA ALGÚN BLOGUERO DE FELICITAR -Y AÚN NO LO HE HECHO-, AHÍ VA... ¡FELIZ NAVIDAD!

En la imagen me dejo acompañar por mis dos colaboradores habituales en el fotolog, Pachi y Mitshu, ellos son los que me han enseñado lo poco que sé -son más listos...-


Aprovecho para recomendaros que os deis un paseo por una revista literaria que mola mogollón http://ensentidofigurado.com/, y no lo digo porque aparezca en ella un relato mío http://ensentidofigurado.com/esfcontenido.php?esfID=14 , que no, que si hay que leerle se lee, pero vamos... leerle pá ná... (de hecho, sin él la revista aún estaría mejor, jajaja)


Un besote, amig@s, y cuidarse estas fiestas.


miércoles, diciembre 19, 2007

¡LA LUZ DEL SALÓN ESTÁ ENCENDIDA!



La feliz pareja ya llevaba un buen rato en la cama. De pronto ella se dio cuenta que se habían dejado encendida la luz del salón, y le dijo a él:

-Anda cari, vete a apagar la luz, porfa-
-Humm... ¿cómo?- respondió somnoliento.
-Que apagues la luz del salón, mira, está encendida-
-Vete tú, anda, que yo por fin estoy entrando en calor-
-Qué más quisiera, sabes que no puedo-
-Inténtalo, joder. Estamos en noviembre y se empieza a notar el frío en esta maldita casa-
-Desde luego, hijo, qué poco caballero eres... Si pudiera ¿crees que te lo iba a pedir a ti?-
-Va. Está bieeen-

El tipo se levantó a regañadientes, y arrastrando las pantuflas llegó hasta la sala y apagó el interruptor.
Todo quedó sumido en la negrura y el silencio, tanto, que el fulano se vio incapaz de volver por sus propios medios al dormitorio. Entonces, desde la distancia, le gritó a ella:

-Cielito ¿podías guiarme con la voz? Me estoy golpeando con paredes y muebles y no encuentro la puerta-

Ella se puso a cantar. Su voz de soprano, bien timbrada, no precisó más que unas cuantas notas, pocas, para ayudarle a regresar a la cama.
Cuando se acostó, se acurrucó junto a ella y, rodeando y palpando con sus manos las escamas de sus caderas, se quedó nuevamente dormido. Así, tan ricamente, abrazado a su querida sirena.

domingo, diciembre 16, 2007

CONFUSIÓN




Me sentía como si hubiera bebido una cosecha entera de Ribera del Duero. Podía ver a duras penas su rostro difuminado y escondido tras un velo. Por un momento pensé que lo que tenía ante mi era el retrato al óleo de una mujer de Modigliani, burlona y sandunguera. Ella me saludaba desde el otro lado del cuadro como si le hubieran pasado por encima una brocha mojada en disolvente, borrando sus rasgos hasta hacer de ellos un batiburrillo de imprecisos berretes de pintura y trementina.
Mi cabeza estaba embotada, tenía una jaqueca espantosa y sentía la boca tan seca y áspera como una alpargata. Apenas sí podía abrir los ojos.
Ella se me acercó un poco más y pude apreciar su aroma y respiración entrecortada; parecía que estuviera realizando algún tipo de esfuerzo. Pero lo mejor de todo, fuese lo que fuese... ¡me lo estaba haciendo a mí! Sus pechos –breves- palpitaban bajo la tela de una camisola amplia de color verde, y yo podía percibirlos muy próximos a mi cara. No paraba de moverse de un lado para otro, y cuando se dirigía a mi lo hacía con un tono de voz mesurado y tranquilo. Yo intentaba seguir sus idas y venidas con la mirada, pero mis párpados pesaban una tonelada cada uno y pugnaban por cerrarse. Trabajosamente los entreabrí un poco, y con pena e impotencia vi cómo se alejaba de mi lado.... Torpemente levanté una mano tratando de llamar su atención. De mi garganta apenas salió un gemido, un extraño sonido gutural que dejó mi boca medio abierta en un gesto de lo más estúpido.
La puerta del quirófano se cerró tras la enfermera, y las hábiles manos de un anestesista flexionaron mi cuello hacia atrás, tirando del mentón hacia arriba, hasta dejar colocada mi cabeza en una postura imposible. Aprovechando el laxo y catatónico estado en el que me encontraba, y la mueca –aún alelada- de mi boca, introdujo a través de ella un tren metálico y frío que me aplastó la lengua, como si caminara sobre unos raíles, precipitándose después guiado por su propia luz, y colándose a través del resquicio de mi glotis que providencialmente aún seguía abierta.

jueves, diciembre 13, 2007

LO PROHIBIDO


Érase un tipo que estaba tan cansado de obviar las puertas prohibidas de la vida, esas que dicen las malas lenguas que encierran grandes peligros tras de si, que un día decidió pasar de todo y probar a ver que se ocultaba detrás de una de ellas. Cuando se encontró ante la puerta y vio sobre el dintel la luz roja indicativa de peligro, no hizo caso, y empujándola con decisión y valentía, pasó al interior. Una vez dentro, lo primero que se encontró fue una gran pancarta sostenida por varias personas, en realidad parecía que estuvieran celebrando algo. El cartelón decía: "¡¡Enhorabuena!! Por ser el daltónico un millón que pasa al Lado Oscuro, te ha correspondido un premio."
En efecto, sentada sobre un taburete, vestida de rojo –naturalmente-, y comiéndose con sumo deleite una manzana, le esperaba la muerta más sexy, bonita y picante de todas.

martes, diciembre 11, 2007

ALAS PARA VOLAR


Cuando naciste y llegaste a mi vida, me sentí uno de los seres más dichosos del planeta. Tu tacto suave, limpio, con ese olor inconfundible que tienen los recién nacidos, me llenó de emoción, y desde ese momento supe que defendería tu integridad física, que a fin de cuentas también es la mía, a capa y espada.
Aprendimos a correr los dos juntos, de la mano. Al principio despacito, por temor a que te lastimaras. Después soltamos nuestras melenas al viento y decidimos escapar, pero haciéndolo a lo grande: dejando una larga estela de adrenalina por esos caminos de Dios y probándonos de continuo el uno al otro. Con el tiempo llegó la confianza mutua, y ambos supimos que podíamos fiarnos de nosotros mismos, que si nosotros no lo hacíamos nadie más lo haría. De modo que quisimos volar y vimos que éramos capaces de ello; que formábamos un tándem tan bien configurado que no se nos ponía nada por delante, y a ti, hermano, te crecieron unas alas tan grandes como las de un avión. Así que despegamos nuestros pies del suelo y empezamos a elevarnos, y subimos, y subimos tan alto... que llegamos hasta las estrellas. Una de ellas tenía un brillo especial, era de color rojo, y también había otra azul, y giraban emitiendo destellos, una especie de señales. Nos detuvimos fascinados por ver si esos guiños en realidad ocultaban algún tipo de mensaje. Efectivamente. Tras las luces, un tipo que estaba vestido de uniforme, me hizo soplar a través de una cerbatana, no sé exactamente qué quería, pero comentó algo de unos puntos, me quitó el carnet y a ti te cortó las alas.

lunes, diciembre 10, 2007

EL ESCÉPTICO



Manos expertas de grafito diseñan pingüinos en mi espalda,
tacones de colores se enredan en mis piernas esbozando un tango de salón,
mi alma atormentada es carboncillo que dibuja penas, desvaríos,
alegrías, ilusiones, tristezas, gozo, quimeras, pasión...
Tan blindado a Eros me creía, tan curtido en asuntos del amor,
y resulta que sólo soy un parvulito que ha perdido su goma de borrar.

lunes, diciembre 03, 2007

RÉQUIEM POR SPIDERMAN


Siempre recuerdo con una sonrisa al Hombre Araña.
Me acuerdo cuando antaño, antes de morir tan trágicamente, se acercaba por este inmueble y se deslizaba por la fachada del edificio, de abajo a arriba y de arriba abajo, saludando a los vecinos a través de las ventanas de sus casas. Conocía la vida y milagros de cada uno de ellos. Era un tipo tan entrañable...
La comunidad había decidido en una reunión, por franca mayoría de votos, hacerse cargo de su manutención; por eso a diario, en lugar de depositar en la basura los restos de comida de cada casa, el portero se encargaba de entregárselos al susodicho, debidamente almacenados en un Tuperware. Entre todos nos poníamos de acuerdo para que disfrutara de una dieta rica y variada, así pues le hacíamos partícipe del pan sobrante del día anterior; de aquellas lentejas con chorizo que se quedaron un poquitín pegadas en el fondo de la cazuela; de los macarrones con tomate que guisamos aquel glorioso día, como para un regimiento, pero resulta que luego sólo se presentaron el cabo y un alférez y sobraron todos, eso sí... resecos o no resecos, hay qué ver, tenían una pinta de muerte; alguna pieza de fruta que estuviera un poco “tocada”, en fin... todo ello muy surtido y muy nutritivo.
A cambio de tantos desvelos, Spiderman surtía nuestros hogares de cortinas que él mismo elaboraba de manera artesanal, con una hilatura viscosa y delicada que segregaba por el ano. Sólo teníamos que proporcionarle las medidas y sugerirle el estilo deseado. El plazo de entrega lo ponía él. Tenía mucho trabajo, en realidad había que aguardar una larga lista de espera.
Ay...daba gloria verle subido en la poyata de las ventanas, con el culo apuntando al interior de las casas, excretando, dale que te pego, metros y metros de hilo, igual que una máquina textil.
-Yo las quiero de gasa-
-Pues yo las prefiero de guipur-
- Para mi salón deseo que tengan unas caídas a los lados, recogidas con cordones trenzados y un bandeau ancho en la parte superior-
-Pues a mí mejor me vas a hacer unos estores para los dormitorios, ya ves.-
- Ay, sí... a mi también, pero que sean estores venecianos, quiero algo más barroco para contrastar con el dormitorio tan funcional que he puesto, que ahora mismo parece la celda de Santa Teresa de Asís...-

Spiderman no tenía ningún problema en atender cualquier demanda de estilo, estando siempre al tanto de las últimas tendencias y dictados de la moda en cuestión de decoración e interiorismo.
Todo hasta aquel fatídico día...
Una servidora siempre ha sido muy rápida de reflejos, tal vez demasiado impulsiva e inquieta. Algunas veces me han dicho que parezco una ardilla.
Una mañana fui a abrir el batiente de la ventana y topé con algo voluminoso. Pensé que se trataba de una paloma gigante o un buitre, lo normal en una gran metrópoli ¿no? Lo cierto es que no vi nada, sólo oí una especie de grito desgarrador que enseguida dejé de escuchar, no en vano mi apartamento está situado en el piso 22. Así que no volví a acordarme del tema ni le di la más mínima importancia.
Eso sí, me extrañó no ver ese día a Spiderman trepar hasta la casa de la viuda que vive en el piso 27, pues todas las mañanas le ponía unos granos de mijo y de maíz, como desayuno, en el alféizar de su ventana.
Total, que al cabo de un rato largo me asomé a la calle para sacudir al niño que estaba lleno de migas, y entonces es cuando lo vi...
Había una ambulancia estacionada ante la puerta del domicilio, y unos camilleros, sobre una camilla, se llevaban el cuerpo de un hombre envuelto en papel Albal como si fuera un salmonete. La del 27, que también estaba asomada, porque es una cotilla, me dijo a voces: “Es el Hombre Araña, dicen que se ha caído de la manera más tonta.”
-“Pobrecillo”- pensé.
Cambié el niño por un pañuelo y, agitándolo en el aire, le dije adiós.
El problema es que ahora no sé quién me va a poner la cortinas de la cocina.

sábado, diciembre 01, 2007

SE HA CERRADO UN CÍRCULO EN FALSO


Estaba ante uno de esos periodistas agresivos que siempre dudan entre arrojarse a la yugular del entrevistado, o lanzarle como un dardo la última pregunta del cuestionario. Este tipo optó por ambas cosas:

-Hábleme de su pasado. ¿Por fin ha conseguido librarse de él?-

Me encogí de hombros con gesto de impotencia y una forzada sonrisa.

-Pues mire usted, no. A decir verdad, no. Verá, me dijeron que, para lograrlo, debería cerrar con una tiza un círculo que estaba pintado sobre el pavimento y que representaba mi pasado. Sólo de ese modo, cerrando ese círculo, daría por finalizada una determinada etapa de mi vida, justo la que quedaba comprendida dentro de dicho área. Pero yo soy muy torpe ¿sabe? De manera que cuando quise darme cuenta, después de repasar el último trazo, me había quedado atrapada dentro de él, sin escapatoria posible. Ahora, lo crea usted o no, vivo tan ricamente siendo prisionera de un conflicto del ayer.-

-Mal asunto- dijo el periodista.

Mientras lo decía tomaba notas en un bloc y deambulaba, dando vueltas sobre si mismo, dentro de un círculo blanco que estaba dibujado en el suelo.

sábado, noviembre 24, 2007

ANTE MI PROPIA IMAGEN


“Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene
la muerte tan callando...”

- ¡Tiembla!- Dices, señalado una calavera con el dedo.
Altiva, te miro, te reto y te desdeño:
-¿Qué quieres de mí?-
-Que te asustes y te inhibas,
que recuerdes bien quién eres,
pues te fuiste de aquí un día
para estar donde la muerte.-
Amarga, te siento, te evito, te quiero:
-¿Lo estás viendo? Te equivocaste de nuevo,
me emociono ante un proyecto,
vibro con una imagen,
sufro con un recuerdo,
río con cualquier cosa,
lloro pá mis adentros,
dudo de lo que siento,
quiero con locura, quiero.
Aunque me hayas dado tierra
y cristiana sepultura...
reconozcamos al menos,
no soy yo la que está muerta,
quien está muerto es el resto-

viernes, noviembre 23, 2007

UN JUEVES DE LO MÁS TONTO, EN MADRID.


Ayer tocó viaje a Madrid. Lo que se dice todo un viaje de placer.
Llovía que se las pelaba, de modo que recogí a Lucía a la puerta de su facultad y, chapotea que te chapotea, nos deslizamos durante un par de horas sobre un asfalto que estaba rutilante de agua, por decirlo suavemente, pero en realidad parecía un bebedero de patos. Llegamos a la una, dejamos el coche en Recoletos y subimos calle arriba por Alcalá. La curiosidad y nuestros pasos nos llevaron a la calle Príncipe, junto a Santa Ana, justo donde se encontraba descansando el cuerpo de Fernán Gómez. Los medios de comunicación tenían tomada la plaza por asalto, con todo un arsenal de vehículos, cámaras y micros; de modo que si el finado hubiera pensado por algún momento en salir huyendo, "iros a la mierda, coño", lo hubiera tenido asaz complicado. Entramos en el Teatro Español. No daba sensación de velatorio –seguro que es precisamente lo que hubiera deseado Don Fernando de haber podido opinar.- El féretro, sobre el escenario, estaba rodeado de mesitas y sillones, como si la escenografía correspondiera al interior de un café. Sus amigos y allegados estaban sentados sobre las butacas y charlaban en animada conversación, compartiendo tertulia y botellita de agua, mientras continuamente se acercaba alguno de ellos a un atril, papel en mano, y recitaba poemas o canciones. El público silencioso, en señal de respeto, permanecíamos en el patio de butacas y, como mucho, cuchicheábamos con el de al lado cada vez que entraba alguna cara conocida (Larrañaga, Marisa Paredes, Ramiro Oliveros, Álvaro de Luna...) Al salir del teatro, justo en el bar contiguo, "La vinoteca barbechera", entramos a tomar un vinito. Allí estaban junto a la barra, en una barra prácticamente solitaria, Pedro Almodóvar y su hermano Agustín, el productor.
Sólo puedo decirles que compartimos cañita y vinito con Almodóvar -el tomó un café con leche a nuestra salud-, lo crean ustedes o no. Ese ticket de la foto es la prueba fidedigna. No entro en más detalles de lo que ocurrió en ese bar porque es algo muy personal e íntimo. Pero Lucía y yo recordaremos dicha experiencia durante el resto de nuestras vidas. Y no es broma. Únicamente añado que no os fiéis jamás de un camarero. Y hasta aquí puedo leer. Un cliente solitario que estaba a nuestro lado, en la barra, me rogó encarecidamente que me sentara en un taburete porque se estaba poniendo de los nervios, y por lo visto para mitigarlos bebía una copa de vino tras otra (quien me conoce bien sabe que es cierto que soy muy movida y a veces saco de quicio al más pintao).
Después de eso, levitando con rabia -y sé lo que me digo-, fuimos a comer a un italiano. Nos acompañó Ángel, el mejor y más ameno compañero de mantel que te puedas echar a la mesa. Hicimos con él una sustanciosa, divertidísima y prolongada tertulia en un café cercano, y más tarde nos despedimos hasta la próxima.
Lucía y yo no quisimos irnos de Madrid sin constatar que cada cosa sigue en su sitio, de modo que nos acercamos a Chueca y a Malasaña para comprobarlo. De prisa y corriendo -el tiempo vuela cuando estás a gusto y cuando estás mal se para inexorablemente- regresamos a por el coche. Antes hicimos escala en el Gijón. Me quedé sin lotería, porque una sevidora es muy dejada para los asuntos del azar y del dinero, a pesar de que el camarero me dijo que en Prim, a la vuelta, había un dispensario lotero -¿qué les he dicho?.. No se fíen de los camareros, siempre mienten.- Al menos yo no vi el dispensario ese.
Castellana adelante llegamos a Maldonado, a la presentación del libro de Guillermo Ortiz: “Cuando las cosas dejaron de tener sentido” (Editorial GrupoBuho). Libro que, ya de paso, os recomiendo encarecidamente, y no sólo porque Guille sea amiguete, sino porque encontraréis en él algo distinto, tanto en el fondo como en la manera de expresar en clave intimista toda una cosecha de vacilaciones y autopercepciones, pero sobre todo, sobre todo... porque os veréis reflejados vosotros mismos en muchos de sus conflictos y de sus dudas.
Felices y contentas, con el libro firmado bajo el brazo, salimos a la calle, le hicimos un buen corte de mangas al frío de la noche madrileña, montamos en el coche y enfilamos de nuevo el camino de regreso a Pucela.

miércoles, noviembre 21, 2007

EL HOMBRE QUE QUERÍA SER UNA ESTRELLA DE ROCK


Estaba desnudo de pie, subido encima de la cama. Se contoneaba frenéticamente al ritmo de la música que había seleccionado previamente en el equipo. Sus manos, nerviosas, pulsaban las cuerdas de una guitarra eléctrica imaginaria; mientras sus cuerdas vocales imitaban la voz del vocalista de una banda de rock, marcando cada sílaba, cada suspiro y cada pausa exactamente igual que él. De algún modo se esforzaba en romper el silencio y la barrera invisible, pero infranqueable, que se abría entre él y su mujer.
Julia podía ver el reflejo de Serafín a través del espejo que estaba sobre la cómoda de la habitación. Los movimientos que ejecutaba eran idénticos a los del artista.
Ella estaba sentada y tenía el rostro completamente embadurnado de crema, el cabello sujeto, mechón a mechón, con unas horquillas, y con unas pinzas se depilaba el suave bigote y cuatro pelos breves y duros que se empeñaban en crecer en su barbilla.
Sobre la cómoda descansaba una revista de rabiosa actualidad musical, dedicada sobre todo a grupos de rock y de heavy metal; estaba abierta por la página veinte. En primer término se podía ver la foto del líder de una banda de rock que guardaba un asombroso parecido con Bon Jovi. Estaba de espaldas al fotógrafo, luciendo su torso desnudo lleno de tatuajes, mientras que la zona del trasero estaba medio oculta por unas letras sobreimpresas en la imagen. Su piel brillaba cubierta de sudor, y sus músculos y tendones se tensaban como las cuerdas de la guitarra que sostenía entre sus manos.
Julia acarició el papel satinado de la revista con sumo deleite, como si en realidad estuviera acariciando la piel de sus hombros, pecho o espalda. Soltó un pequeño gemido de placer.
Serafín lo advirtió desde su atalaya y de un brinco se bajó de la cama. Se acercó desnudo completamente, como un Niño Jesús, y se colocó tras ella frente al espejo.
Sintiéndose pillada in fraganti, Julia deslizó la revista sobre sus muslos, por encima del camisón, y se apresuró a ocultarla con un extremo de la bata. Alzó la vista, y al otro lado del espejo se encontró un hombre con pinta de estar en avanzado estado de gestación de lo que, llegado el caso, sería más que un embrión humano, un barril cervecero. Más abajo, como si se tratase del grifo mismo del barril, pendía una cosita pequeña y arrugada de la que él, al parecer, se encontraba sumamente satisfecho: su exigua y flácida minina.
Julia no pudo evitar que se le saltaran las lágrimas al verle. Él, entregado y lleno de emoción le dijo:

-“Te ha gustado mi actuación, no puedes negarlo... ¿a qué sí, cariño?”-

- “¿Acaso lo dudas, mi amor?”- Respondió ella, sorbiéndose los mocos hacia arriba y posando su triste mirada sobre la revista.

lunes, noviembre 19, 2007

EL VERSO FINAL


El poeta andaba tan preocupado, buscando ese último verso con el que cerrar su poema, que hasta se mesaba el cabello y ya empezaba a presentar claros síntomas de alopecia. Deambulaba por la habitación como un león enjaulado, con la cabeza gacha y las manos asidas por detrás, en la espalda. Se las apretaba con tal fuerza que los nudillos, a punto de reventar, presentaban un aspecto brillante y blanquecino; más que manos de poeta parecían manos de místico, huesos de santo. Las musas estaban de puente y le habían dejado abandonado a su suerte. Miraba y miraba buscando la inspiración, ora ante un objeto, ora ante el panorama del jardín que se abría frente a su ventana, ora ante la imagen de su amada.
Aburrido, decidió dejarse de zarandajas y quitarle hierro al asunto presentando dicho poema sin el último verso.
-Ya está, mejor así... un final abierto para que el lector se encargue de cerrarlo a su manera, para que deje volar su imaginación, tampoco conviene dárselo todo hecho.-
Efectivamente, el poema terminó abierto en pompa, tanto es así, que por el amplio boquete practicado se escaparon el resto de las palabras y el pobre poeta se quedó sin poesía.

jueves, noviembre 15, 2007

LA BOLA QUE CRECE Y CRECE.


Un tipo que trabaja en Personal, va y le dice a un celador que es un poco sordo:

-¿Has visto el nuevo director que ha venido al hospital?-

El celador responde que no.

-Oye, es increíble, con el bigotillo que gasta y el sombrero que luce, se da un aire asombroso al dictador, a Franco.-

El celador monta en un ascensor. Dentro de él, únicamente viaja una auxiliar de enfermería.

-Hola... ¿has oído la última? Por lo visto un francotirador anda suelto por el hospital, sólo se sabe que usa sombrero.-

Se despiden al llegar a la tercera planta y la auxiliar entra en su lugar de trabajo.

-Tengo una noticia, escuchadme todo el mundo: Parece ser que un loco peligroso anda pululando por el hospital, lleva un rifle desmontado y escondido dentro de un sombrero.-

La Supervisora de la unidad alerta a la dirección, por si aún no se han enterado, y avisa al de Seguridad:

- Llamo de la planta de Cirugía, parece ser que un loco ha escapado de Psiquiatría, va armado hasta los dientes y está amedrentando al personal. Avise a la Policía, por favor.-

El agente de seguridad adopta medidas cautelares. Cierra todas las puertas para que el loco no escape, y llama a comisaría.

-Policía... sí, sí... llamo del hospital. Un cirujano se ha vuelto loco y, bisturí en mano, ha degollado a un paciente... vengan rápido, por favor, la situación es realmente trágica.-

Varias unidades de las fuerzas de seguridad se desplazan hasta al centro hospitalario. El comisario, acompañado de un par de subinspectores, acude a entrevistarse con el máximo responsable del centro, el nuevo director. El director, un tipo bajito, con bigote y sombrero, les recibe en su despacho:

-Sí, señor Comisario... ha sido terrible. Un paciente ha enloquecido nada más entrar en el quirófano y, cuando le iban a pasar de la cama a la mesa de operaciones, ha sacado un hacha enorme de debajo de la almohada y se ha cargado a todo el equipo quirúrgico. Algo dantesco.-

El comisario toma notas en una libreta. Uno de los subinspectores le dice al otro:

-¿Te has fijado en el parecido que tiene ese tío con Hitler...? ¡Es realmente extraordinario!!

miércoles, noviembre 14, 2007

LA REVELACIÓN


María Virginia estaba ya de cuatro faltas pero aún no se le notaba el embarazo. Un día el Mago Gabrielín, trompeta en mano, le hizo partícipe de una buena nueva: al parecer, sin comerlo ni beberlo, el causante de dicho estado de gravidez era un palomo gris.
De informar del sexo del bebé –niño- se encargó una ecografía rutinaria. La mujer sólo hizo caso de la segunda revelación, a la primera no le dio ninguna importancia, el mago hablaba inglés y ella no entendía ni jota.
Justo a los cinco meses del anuncio, María Virginia dijo “coño”, y Pepe, el rudo carpintero que hacía de marido se palpó la frente, cuando ambos recibieron la llegada de un rollizo vástago que tenía un par de alas tan hermosas como Pegaso.

martes, noviembre 13, 2007

VENDRÁ LUEGO



Tiemblo cuando él clava su mirada sobre mi,
sin embargo temo que desaparezca,
por eso no quiero dormirme y paso las noches en vela.

Vigilo, escruto, controlo cada movimiento suyo.
Cae la tarde, en pie el silencio,
me relajo y, ya tranquila, duermo.
Cae el silencio, en pie la aurora,
me despierto.

Busco y rebusco bajo la cama, en la cómoda,
en el armario, bajo mis sábanas.
Se ha marchado, soy tan torpe...
Culpable y desesperada, miento: “No se ha ido, vendrá luego...”

Lo siento por Monterroso:
“Cuando desperté, el dinosaurio ya no estaba allí”

domingo, noviembre 11, 2007

TRECE ROSAS


Por fin he visto “Trece Rosas”. Tenía ganas de verla porque había oído contar maravillas acerca de ella, así que me dije “ésta no me la pierdo”.
Me ha defraudado, es todo lo que se me ocurre. Está amena y en ningún momento resulta aburrida, se deja ver, pero la encuentro realmente floja para la enjundia del tema que toca y del libro en el que está basada. Por fragmentos que he leído, creo que es un testimonio bastante duro, y la película me parece que se queda a medio camino. Es una mala adaptación, los diálogos del guión son de lo más pobre y prosaico, con la cantidad de frases sentidas que podrían salir de las bocas de esos protagonistas.
Para nada me ha transmitido sensación de miedo ni de represión real, la encuentro bastante sosa (el tal Gaspar y la Rottenmeier, la directora de la cárcel, parecen sacados de un cómic, y la prisión a veces más recuerda un internado de señoritas que otra cosa). Supongo que el Director (el que hizo "Al otro lado de la cama", si no me he informado mal) no ha querido cargar las tintas para no pasarse de heavy, o tal vez no tiene una gran experiencia en este género. El salto de la comedia al drama, a un drama de estas características, ha supuesto para él un salto mortal, ofreciendo como resultado este “quieroynopuedo” de argumento muy fuerte, eso sí, pero con una puesta en escena bastante ligth. De ver cómo se bordó un asunto parecido en "Silencio Roto" de Armendáriz, o en la premiada "El Laberinto del fauno", no hay color. Tampoco digo que haya que regodearse en escenas morbosas o muy violentas para transmitir la sensación de pánico y de agobio, a veces una sutileza bien traída puede ser mucho más dura. El cine es comunicación audiovisual: aquí faltan sonidos que apoyen los momentos cruciales de tensión dramática, sobran “caralsoles”, hay subtramas mal resueltas, y salvo Pilar Pérez de Ayala, Félix Gómez y Gabriela Pession, el plantel de actores queda inédito, a algunos les ha venido muy grande este film

viernes, noviembre 09, 2007

EL ATASCO


Como todos los días, antes de ir a trabajar, se ocupaba de agrupar y guardar todos sus efectos personales: el pijama, el cepillo de dientes, un bol con comida, el periódico, el MP3, el cuaderno de pasatiempos, la labor de ganchillo y los últimos balances de la empresa. Se echaba la gabardina por encima de los hombros, cogía las llaves del coche, se despedía con un beso de su mujer y los niños y salía disparado hacia el ascensor. Una vez allí, repasaba mentalmente la lista de objetos que había incluido en el maletín.
-No me falta nada- sonreía satisfecho.
Sacaba el vehículo del garaje y, muy ufano y complaciente, se dejaba atrapar un día más por el atasco.

jueves, noviembre 08, 2007

AZUL METILENO


Imagino dos seres en el mar,
imagino dos vidas en el cielo,
dos cuerpos desnudos sobre azul,
el azul de una sábana teñida en metileno.
El más pequeño y el más fuerte de los dos
se da cuenta que está solo y busca
palmo a palmo al compañero.
Es inútil, ya se ha ido.
Bajo la sábana azul,
llorando como un niño,
me transformo en un ovillo.
Y sueño.

martes, noviembre 06, 2007

¡¡BICHOS!!


Le vi venir por la acera a través del espejo retrovisor de mi coche. Parecía que tuviera el baile de San Vito. Se rascaba incesantemente con gran inquietud, entre aspavientos y una especie de espasmos o pequeñas sacudidas. Me llamó la atención su aspecto desesperado, incluso golpeaba todo su cuerpo con un periódico enrollado, como si se estuviera preparando para correr por la calle de la Estafeta delante de un encierro de astados.
Al pasar junto a mi coche me percaté de un detalle: Sobre su hombro izquierdo, cerca de la paletilla, estaban reunidos unos cuantos... ¿bichos? No hubiera podido, así a bote pronto, clasificar semejantes "animalitos" dentro de ninguna categoría ni especie, entomológica o no. De lo que no tuve ninguna duda es que esos pequeños seres debían ser los causantes del prurito y la zozobra de ese hombre. De modo que con el fin de ayudarle, informándole acerca de la existencia de esos huéspedes que adornaban su hombrera como una escarapela, salté del vehículo y me fui en su dirección tratando de darle alcance. El tipo caminaba muy de prisa, casi a brincos, y me costó trabajo pillarle. Cuando estuve pisándole los talones reparé detenidamente en la escena que se desarrollaba sobre su omóplato. Esos bichos eran como unos extraños insectos que tenían tan sólo cuatro patas, pero caminaban erguidos, en bipedestación. Había varios, al menos siete u ocho. Medían aproximadamente unos seis o siete centímetros de altura y estaban desprovistos de alas, aunque sí tenían varias antenas. Cuatro de ellos permanecían sentados -parecían humanos, qué caramba- en torno a una mesa camilla; en cambio los otros tres estaban de pie tras ellos, observando lo que hacían sus colegas sobre la mesa. Me calcé las gafas para ver mejor. No era consciente de ello, pero creo que yo también caminaba a saltos detrás de ese señor, como si tuviera azogue en el cuerpo.
Me quedé patidifuso cuando constaté que lo que hacían esos animalitos no era otra cosa que echar una partida de naipes. Concretamente tenían reunidas en sus manos... cinco, seis...no...¡siete cartas! ¡Estaban jugando al chinchón!! He de reconocer que la partida estaba de lo más interesante; no me extraña que "los mirones" que les acompañaban y animaban de pie, dieran saltitos de júbilo, y le procuraran un desasosiego de semejante calibre al gentil casero que les había prestado su hombro como sala de juegos.
Uno de ellos ya tenía prácticamente formada una escalera de oros: cuatro, cinco, seis, el mono, sota, caballo de oros y el tres de bastos. Le tocaba coger carta. Cuando la levantó, el rey de oros, descubrió gozoso su jugada. Lanzando todas las cartas boca arriba encima de la mesa, y arrojando boca abajo, sobre el mazo, ese inapropiado tres de bastos, dio por finalizada la partida, a la vez que todos -ellos y yo-, gritábamos como un solo hombre, ¡chinchón!
El portador del casino se giró bruscamente al oír mi grito. Confuso, con los ojos muy abiertos, me miró como solicitando una explicación o una disculpa...no sé... algo. Yo me quedé boquiabierto sin articular palabra. En realidad, después de caminar varios minutos tras ese hombre, se me había olvidado lo que tenía que decirle


sábado, noviembre 03, 2007

EL GAS DE LA RISA ( soneto )





Un fulano subía semioculto
tras varias personas en un ascensor,
cuando su intestino, con fuerte dolor,
un retortijón de lo más estulto,
se manifestó en medio del bulto,
metiendo tal bulla que ni un propulsor
hubiera ocasionado tanto estupor,
de haber hecho "pum" en aquel tumulto.
Se apoderó del ambiente una brisa
intensa, que no fragancia de nardo,
jazmín, pachulí ni eau de melisa.
"Coño" me dije "un pedo bastardo",
mas el personal colgó la sonrisa
con el gas chungón que soltó el petardo.

jueves, noviembre 01, 2007

EL INFRAMUNDO TE ESPERA

Él estaba empeñado en lanzarme a través de la oscura sima. Quería olvidarse de mí para siempre, por eso me llevó a empellones hasta el propio borde del abismo:
-El infierno te espera, vamos... ¡salta!-
-Que espere sentado- le dije yo – no pienso bajar ahí...-
Entonces fue cuando me empujó, perdí el equilibrio y la oscuridad me engulló por completo. No se supo nunca más de mí.
Desde ese día estamos los dos sentados aquí abajo tan ricamente. Calculó mal y no se dio cuenta que una mujer enamorada es capaz de cometer cualquier locura por amor, así que ni se enteró que había enlazado mi cintura a la suya con un tenue y delicado hilo de seda, sutil e imperceptible, pero tan resistente como un cable. Ahora nos entretenemos en jugar al mus, y cada uno tenemos un as en la manga aunque ambos nos resistimos a mostrarle, esperamos que el otro lo haga antes. Es tan fuerte el fuego que media entre nosotros, que tememos, si sacamos la carta, que pueda arder.

martes, octubre 30, 2007

LA MUDANZA


Siempre he creído que a la hora de afrontar una mudanza y preparar el hatillo para irse a vivir a otro lugar tiene que ser muy difícil poder discernir bien entre todas aquellas pertenencias que son realmente necesarias y aquellas otras que no lo son. Es cuando nos solemos dar cuenta de la ingente cantidad de cosas materiales que vamos almacenando a lo largo de nuestra vida, ya sean objetos auto-proporcionados o ya sean regalos que nos han hecho y que han servido para engordar nuestra autoestima. El asunto es que tenemos mucho... mucho más de lo que necesitamos.
Compruebo asustada toda esa torre de paquetes que se alza frente a mí: “…esto es de Andrés, aquello me lo regaló Marisa, lo de más allá fue gentileza de Luis, eso de ahí me lo traje cuando estuve en Alemania...”
Es tanto como tener apilados ante nuestros ojos un montón de recuerdos.
Lo intento guardar todo en varias cajas, en bolsas, en fardos...pero invariablemente acaba por desbordarme la situación. Contemplo el maletero del coche -es amplio pero limitado, aunque los recuerdos no lo sean, “lástima, no me entran todas las cajas y quería llevármelas a ser posible en este viaje”-
Lo reviso de nuevo para ver si puedo prescindir de algo más, “esto sí, esto también...sí, sí...esto no, esto otro lo dejo aquí y ya volveré a por ello algún día...esto tampoco...”
Bajo otra vez al coche cargada como una mula; he reducido sensiblemente el equipaje pero, con todo y con eso, no puedo cerrar el maletero, las ruedas apenas se ven y los bajos del coche casi rozan el suelo.
Empiezo a cabrearme, las mudanzas siempre me han resultado odiosas ¡cómo las detesto! Menos mal que ésta servirá para mucho tiempo, al menos eso espero. Subo a casa, “aún tengo que eliminar mucho material...los libros ¡rayos, cómo pesa la cultura! Encima tengo tantos...”
Empiezo a estar exhausta, así que me siento al borde de la cama, sujeto mi cabeza con ambas manos para que no se vaya volando y a cambio suelto un sollozo: “No puedo, no puedo llevarme tanto, tampoco dispongo de espacio suficiente en mi próximo hogar para poderlo guardar. Es inútil. Está bien, me cuesta hacerlo pero lo tengo decidido ...”
Paseo la mirada por encima de todos esos elementos, atrapo los recuerdos que hay dentro de ellos y los clasifico: los tristes a este lado y los alegres a este otro.
Extraigo una llave muy pequeña de un cajón de la cómoda, la aplico a una de mis sienes y abro este cofre que llevo escondido bajo la peluca; ahora está más exigua, eso sí, pero antes... cuando me miraba al espejo...¡ah! Tenía tanto pelo que creía hallarme frente al eslabón perdido entre el hombre y el mono.
Con sumo cuidado voy depositando dentro todas las sensaciones recogidas por riguroso orden, y, sorprendida, veo que caben todas, “ya está, ahora sí, ahora puedo irme”. Vuelvo a cerrar el cofre, recompongo mi peinado, arrojo la llave al inodoro y suelto el agua para que nadie sea capaz de llevarse algún día mis recuerdos.
Por fin, libre. Es posible que ahora vaya a mi nuevo destino caminando verso a verso, golpe a golpe, con un cayado y una concha de peregrino. Creo que no me va a hacer falta ni coche, ya ven...

domingo, octubre 28, 2007

ECUACIÓN


Unas cuantas cervezas, varios vinos en la cena, tres Larios con tónica y un tipo tan borracho como una cuba, en un local de copas, empeñado en subirse a la mesa del pincha con un picador de hielo en la mano, a la voz de: “efsta doche, fincho ysho...”, arroja como resultado de dicha ecuación:
La huída en estampida desde las mismas entrañas de la mesa de mezclas, la regurgitación del gira discos de vinilo y la diarrea pertinaz del sampler que, tras ser golpeados convenientemente con un objeto punzante, entre aspavientos de dolor, obligan a poner pies en polvorosa a ritmo de pop, rock, funky, heavy, techno, house, hip hop, hula, hula- hop... a un nutrido grupo de amedrentados músicos y cantantes, que se lanzan despavoridos a través de las calles a buscar refugio en los acogedores brazos del MP3 de todos aquellos solitarios melómanos, receptivos y fascinados, que se dejan seducir y acariciar por la música.

viernes, octubre 26, 2007

MAGIA


A los postres, el Mago sacó una carta de la manga y lanzó un reto a la concurrencia:
-A ver quién adivina qué carta es-
-La sota de copas- Le dije.
-¿Cómo lo sabes?- Preguntó sorprendido.
-Esa carta simboliza el amor y tus ojos me dicen que estás enamorado-

Entonces se aproximó a la mesa, acercó su cara a la mía y rozó mi mejilla con su barba -la de los magos es suave, al contrario que otras barbas, ésta no pica-. Me ruboricé y sentí que algo agradable recorría mi espina dorsal, un escalofrío de gozo. Rogué a Dios que me convirtiera en piojo o garrapata para anidar en esa barba y así permanecer más tiempo asida al mago, prendida y prendada de él. Pensé que lo que pretendía era premiar mi astucia con un beso, o tal vez extraer de la parte de atrás de mi pabellón auditivo dicha carta, la acertada; pero no... simplemente se apropió, con sus labios, de un cigarrillo que llevaba apoyado sobre mi oreja. Es una mala costumbre, lo sé, lo sé...una señora no debiera llevar el tabaco en ese sitio; pero, además de no ser una señora, yo utilizo esa estrategia para neutralizar mi look tacón de aguja con un aire más arrabalero y canalla.
-¿Tienes fuego?- Preguntó.
Completamente excitada y extasiada le miré a los ojos –ojos de hechicero, pues todo mago que se precie debe tener, al menos, un par de ojos de esas características-.
-¿A ti qué te parece?- Le respondí.
Y le presté el mechero

miércoles, octubre 24, 2007

ESTOY CANSADA


Estoy cansada.
Estoy cansada de gritar en el desierto hasta quedar afónica.
De asomarme a través de una ventana y contemplar extasiada una calle por la que no pasa nadie.
De levantarme y acostarme con miedo, con ese oscuro temor a que el día menos pensado se rompa el hilo de seda que me ata a la muerte... y empiece a vivir de nuevo sin acordarme del pasado –con lo que eso supone-.
De enfadarme los martes y contentarme los miércoles por las mismas cosas, de empaparme con ellas y engañarme diciendo: “este agua moja pero no cala.”
De tener que soportar cómo el verdugo que me envenena día a día, no hace más que echarme en cara mi fuerte hedor a muerto.
De escuchar risas y cuchicheos a mis espaldas que, convenientemente traducidos, vienen a decir: “ Mírate en el agua del río, ya verás que no eres más que una pobre loca...”
De rugir como un león, dándome golpes de pecho, para no admitir mi cobardía y asumir que, cada día que pasa, mi peso específico se devalúa igual que la moneda de un país en guerra.
De mirar hacia arriba, detrás de las nubes, y ver que sólo hay cielo.
Estoy cansada, por eso me siento.
Estoy cansada. Quiero irme.
Pero no puedo.

lunes, octubre 22, 2007

LA LARGA CAMBIADA



Vi cómo se me venía encima. No me quedaba otra solución que rezar o plantarle cara, pero lo que decidiera debía hacerlo en cuestión de segundos. Un elemento así no admite titubeos de ninguna clase.
El fogonazo de un flash-back me hizo recordar mis antiguas épocas de lidiador, antaño, cuando me presenté en esta misma plaza de Las Ventas ¡la mejor del mundo!
Tuve que vérmelas con un par de morlacos que llevaban tatuado sobre su piel el hierro de Mihura. Ja, ja, ja...¡hay que ver qué listos eran esos cabrones! Tenían bien merecida su fama de ásperos porque, los que entienden, dicen que eran unos toros que desarrollaban mucho sentido, y pronto sabían donde estaba el bulto, lanzándose a por él en medio de un festival de derrotes y tarascadas.
He de reconocer que me he sentido siempre muy identificado con esa divisa, pues -los que entienden- también afirman que mi embestida es de naturaleza bronca y antipática.
Por eso el otro día quise volver de nuevo al lugar que me corresponde por ley. Había dejado atrás Gran Vía y enfilaba Alcalá en dirección Ventas. Podía sentir su aliento en mi cogote. Recordé aquella máxima que me enseñaron cuando era novillero y aún me faltaban algunos años para tomar la alternativa; una norma básica de manual: "Jamás le pierdas la cara al toro. Cuando cites, hazlo de frente, pero cuando salgas de la suerte tampoco le des la espalda, es necesario que él sienta tu respeto... pero también tu hombría."
Por eso, de súbito, me giré. Las ruedas chirriaron sobre el asfalto e hice un trompo allí mismo, en medio de la calle, entre la admiración de unos pocos, el espanto de muchos y el asombro de todos. Aferré fuertemente el volante entre mis manos como si fuera un capote -de hecho sentí el mismo subidón que cuando esperaba a porta gayola al del traje negro, mordiendo la esclavina, con la montera calada hasta las cejas-; solté la mano izquierda y agité en al aire la derecha, haciendo ondear un percal imaginario. Me postré de hinojos y con un hábil juego de cintura me colé a través de uno de los arcos de la puerta, a escasos milímetros de rozar el muro, entre los gritos y ovaciones de la afición. La Puerta de Alcalá, tras esa primera larga cambiada, quedó perfectamente colocada en el centro de la Plaza de la Independencia, para que, el que suscribe, le hilvanara con enjundia una interesante tanda de pases en un vibrante y arriesgado tercio de capote.

viernes, octubre 19, 2007

CORRE, ESTÁ SONANDO TU CANCIÓN.


Escuché una voz que me decía: "corre, está sonando tu canción...", y emprendí una loca carrera a través del oscuro callejón.
Según avanzaba, unas sombras provenientes de la pared, seres fantasmagóricos con horribles y deformes rostros, me hacían burla y extendían unas manos largas y huesudas como sarmientos, sujetándome para impedir que pudiera llegar hasta la calle adyacente de donde procedía la música. El sonido lúgubre de un acordeón, interpretando mi canción -nuestra canción-, quebraba el silencio de la calle dormida. Cuanta más prisa quería darme para llegar, más impedimentos me ofrecían esos rostros cansados y famélicos, esas escuálidas imágenes que me miraban con hostilidad. Creí reconocer entre ellas a alguno de esos personajes plasmados por Goya, danzando en torno a un perverso aquelarre, alimentado por el humo resinero de la tinta china o el ácido nítrico de un aguafuerte. Cada vez que conseguía zafarme de uno de esos abrazos diabólicos, venía otro, y luego otro, y luego otro... hasta que finalmente salí de la callejuela y me incorporé a la calzada principal como si nada hubiera pasado. Yo intuía que tras ese acordeón debía de estar él, por eso tenía interés en llegar lo más rápidamente posible. Frenética, miré hacia ambos lados de la calle dudando sobre qué rumbo tomar. Agucé el oído y percibí que el sonido era mucho más nítido por el lado izquierdo. Me dirigí hacia allí. Llegué hasta un descampado donde giraba, dando vueltas y más vueltas, un enorme tiovivo. Me acerqué a él y me entregué a su magia y fantasía igual que un niño se entrega a la noche de reyes. En ese lugar no reinaban las tinieblas ni las sombras, tampoco había fantasmas ni monstruos... Las caballerías del carrusel no llevaban jinete alguno encima de ellas, salvo una cebra que transportaba en su grupa a un payaso con una peluca roja rizada y una gran bola por nariz. El susodicho abrazaba y apoyaba sobre sus muslos un acordeón. Con unos dedos largos y delgados, enguantados en blanco, pulsaba y acariciaba sus teclas y sus botones. Complacientes sucumbían bajo su suave presión y, dóciles y voluptuosas, se dejaban seducir por ellos, emitiendo delicados gemidos hasta llorar de placer una balada, la balada más hermosa y triste del mundo.

miércoles, octubre 17, 2007

EL SOLICITANTE


El jefe escuchaba atentamente y escudriñaba el rostro del solicitante, escudando sus ojos tras una gafas de montura dorada. El aspirante iba desgranando y salmodiando toda una serie de argumentos en favor suyo para ser admitido en la empresa.
Tras unos breves instantes de deliberación, los necesarios para que extrajera un enorme puro habano de una caja forrada de cuero y lo encendiera, el director de recursos humanos tomó el informe que estaba desplegado sobre la mesa, lo leyó por encima y, soltando una intensa bocanada de humo, hizo uso de la palabra:

-“Está bien... Así que dice haber engordado mucho en los últimos tiempos, veinte kilos exactamente, por lo que, a día de hoy, usted mismo reconoce sufrir un sobrepeso de aproximadamente treinta y cinco kilos respecto a lo que sería su peso ideal ¿no?... ¿No hace ningún tipo de deporte? ¿Acaso no sigue una dieta equilibrada? ¿Abusa del alcohol y del tabaco? ¿Consume drogas? ¿Tal vez está en tratamiento con corticoides o antidepresivos...? Humm... También asegura el informe que aporta que no se ha acostado con una mujer desde hace varios años... ¿De siempre ha tenido tan poco éxito con las mujeres? Confiese sin pudor... estamos entre hombres. ¿Ha ido a la consulta de un sexólogo alguna vez por un posible problema de disfunción eréctil? Impotencia... para entendernos. Por otro lado dice aquí que ha sido víctima de horrendas pesadillas en las que se veía involucrado en varios atascos... ajum... pero... ¿todos esos atascos los sufría el mismo día o simplemente estaba en uno de ellos cada vez que soñaba...? ¿En qué empleaba el tiempo mientras duraban dichos embotellamientos...?”-

El futuro jefe lanzaba las preguntas sin tan siquiera mirar la cara del candidato al puesto. De hecho no apartaba su vista del papel y, con displicencia, le iba echando el humo encima mientras hablaba.

-“Bueno... mire, en realidad yo sólo vengo en busca de un nuevo trabajo, no entiendo muy bien todo este cuestionario al que estoy siendo sometido. Son temas muy personales que, francamente, no creo que procedan”- balbuceó el solicitante, sintiéndose un tanto confuso.
-“ Sí...sí, tiene razón, pero verá... para este puesto todos esos asuntos que, en principio parecen irrelevantes, tienen su importancia, ya ve... Como para cualquier otro trabajo aquí también se requiere un determinado perfil. ”-

El empleado enarcó las cejas con gesto de duda.

-“ No sé, no sé... yo pensé que esto iba a ser algo más sencillo. He venido aquí para cambiar de vida. Todos estos años que me he pasado encerrado en un convento de dominicos me han hecho reflexionar y ver las cosas de otro modo. Dudo de mi verdadera vocación y he decidido darme una tregua y probar otro oficio -también vocacional- para el que creo estar sobradamente preparado, pero la verdad... no imaginaba que tendría que pasar por este filtro. Me siento un tanto decepcionado...”-


-“Está bien”- dijo el director –“Por ser usted, respóndame únicamente a la última pregunta que pasa por ser la más importante de todas de cara a este oficio: ¿Qué hacía en sus sueños durante los embotellamientos?”-

-“Su... sudokus... eso es lo que hacía”- dijo tímidamente.

-“Bieeennn... respuesta correcta. El puesto es suyo, reverendo. Puede empezar este mismo lunes. Ah... y que le vaya divinamente en su nueva vida”-

El jefe estrechó la mano del nuevo empleado con un fuerte apretón y le acompañó hasta la puerta.
El empleado, a su vez, respiró aliviado cuando supo que ya estaba admitido.

-“Muchas gracias, je,je,je... qué rato más malo me ha hecho pasar, Señor Director, por unos momentos creí que tenía que regresar de nuevo al convento”-

Al salir, cerró tras de si la puerta de la Productora y, con orgullo, sacó pecho al leer el letrero informante de su nueva empresa. Sonaba bien. En realidad le sonaba a música celestial:

Producciones “X” “El Chocho Loco” .
Oficina de Recursos Humanos.
Abierto nuevo plazo de contratación para actores porno.

lunes, octubre 15, 2007

¡A REMAR, A REMAR!



Permanecían sentados en silencio, uno al lado del otro. Reinaba calma chicha. No corría ni una brizna de viento. La mujer al verse en medio de la más profunda oscuridad sollozaba sin consuelo. Tan sólo una luz lejana y oscilante emitía pequeños parpadeos de vez en cuando. El hombre, para no agobiar más a su pareja, intentaba superar la situación disimulando su propia angustia. A medida que pasaba el tiempo era más difícil de sobrellevar la tensión que, ya de puro espesa, se podía cortar con un cuchillo. Ella, estrujando nerviosamente un pañuelo entre sus manos, le miraba de reojo posiblemente esperando una solución desesperada. Llevaba por encima de sus hombros una rebeca roja, y el cabello, muy tirante, lo tenía recogido en la nuca. Su mirada era de súplica.
Por fin el hombre se remangó. Sus brazos eran muy fuertes y en ambos lucía sendos tatuajes, dos anclas marinas. De un solo trago se echó al coleto la totalidad del contenido de un recipiente metálico, después colocó su sempiterna pipa encendida a un lado de la comisura de la boca, lanzó una bocanada de humo, escupió en sus manos, las frotó enérgicamente y empezó a remar.

-“Está bien, Rosario, no te preocupes... saldremos de ésta, como siempre”-

Jamás pudieron con él, jamás pudieron superar ese triste final. Cada vez que veían Titanic en DVD, al llegar las últimas escenas, a él le tocaba remar y remar sin descanso con los palos de dos escobas, subido a bordo del sofá de cuadros que estaba en el salón. Ya era como un ritual; solo que, en lugar de palomitas. Popeye se ponía ciego a espinacas en conserva.


sábado, octubre 13, 2007

CURIOSIDAD GATUNA



El gatito miró con gesto interrogativo al ratón: “yo me bajo en la próxima ¿y usted?”.
Ambos caminaban sigilosos sobre una estructura metálica en forma de pasarela, evitando por todos los medios ser descubiertos. Podemos ser enemigos acérrimos de alguien, pero el destino sabiamente ya se encargará de unirnos ante la adversidad, no le quepa la menor duda. Es lo que les ocurría a esos dos sujetos que se deslizaban por encima de los hierros, arrastrando sus largas colas.
Abajo, una cinta transportadora paseaba cadenciosamente de manera automática, un número considerable de envases con un contenido líquido de color blanquecino en su interior.
El gato, curioso por naturaleza, quería conocer de cerca la esencia de dicho fluido. Por eso, sin pensárselo demasiado, le hizo una mueca de “ahí te quedas” al ratón, y de un salto limpio se arrojó al vacío, yendo a caer de patas sobre uno de los recipientes.
El líquido estaba tibio, parecía leche, pero debía de contener azúcar en abundancia, pues, a los pocos instantes de salir por pies de allí, el gato empezó a sentir sobre su pelaje una especie de apresto que parecía que le hubieran rebozado con una capa de almidón.
Brincó al suelo y se refugió detrás de unos cajones vacíos. En menos de diez minutos el animal ya presentaba un aspecto semifósil. No podía mover ningún músculo salvo los ojitos que, milagrosamente, se habían librado del mejunje. Providencialmente pasó cerca de él una gatita persa. Digo providencialmente porque, si es raro –e indeseable- que en una fábrica de productos alimenticios haya ratones, más difícil aún es que haya un gato -y ya dos... no digamos-.
Pues bien, la hermosa gata persa, con un cascabel atado al cuello, reparó en su presencia y se acercó a olisquear a la víctima. Pareciéndole que la cobertura de su homólogo ofrecía un excelente aroma y mucho mejor sabor, empezó a propinarle lengüetazos de arriba abajo. Según pasaba su lengua áspera como lija, se iba desprendiendo poco a poco la coraza del minino. Al lamer por encima de la tripita, éste se empezó a mover convulsivamente bajo los efectos de las cosquillas que le procuraba dicho lameteo. Cuando le tocó el turno a la minina –a la del gato-, sintió una sensación de lo más agradable, llegando hasta sus oídos una melodía que a él le pareció que estaba siendo interpretada en clave de francés.

-“Marramamiau...miau...miau...miauuuu”- pensó él.
-“Humm...humm...humm...miau...miau...”- pensó ella.
-“Asiiií...así... más...maaaás ...sí, sí... humm...sigue...sigue...no pares..ah, aaah...humm...miaaaauuu"- pensó él.

Total, que en menos que canta un gallo, el bicho estaba limpio de polvo y paja. Bueno... de paja algo menos.
Se quitó el sombrero ante la hermosa dama y se despidió de ella diciéndole “vuelve por aquí cuando quieras”.
Al día siguiente, considerando que la pasada experiencia había sido de lo más placentera, el lúbrico felino quiso repetir, para lo cual aplicó la misma fórmula. Se subió a la palestra, saludó al ratón y le repitió la frase del día anterior: “Yo me bajo en la próxima ¿y usted?
Se había puesto especialmente seductor: recortándose las uñas, retirando las molestas pelusas que se forman con los pelos que uno va soltando diariamente, arreglándose las pestañas, eliminando una manchita de café que se le había derramado por encima a la hora del desayuno... Encendió un fósforo, prendió un cigarrillo y con la última calada se lanzó sobre una de esas calderetas que pasaban por allá abajo.
Embadurnado hasta las cejas, pero menos preocupado que ayer por su suerte, fue silbando de contento a resguardarse tras el cajón. Esta vez se tumbó despatarrado y todo para darle más facilidades a la gata. Mantenía los ojos entornados tratando de imaginar lo que se le avecinaba. A su mente acudían imágenes de gatas salvajes provistas de látigos y ligueros.
Oyó pasos, quiso empinar sus orejas pero no pudo. En realidad no podía empinar nada, prácticamente estaba entablillado. Por fin vio acercarse una sombra.
Cuando apareció un impresionante dogo argentino por detrás del cajón, creyó que el corazón -que por cierto, era lo único que podía mover- se le salía por la boca.
-“Marramiauuuu...pffffzzz...pfffzzz...”- quiso decir (pero no lo dijo).
-“Grrr... grrr...grrr...ñam...ñam...ñam...ñampfgz...ñampgfz...”- quiso decir el perro (¡y lo dijo!).



Nota: La gatita de la imagen es Mitshubisi, mi gata.

jueves, octubre 11, 2007

AFINANDO EL INSTRUMENTO



Irrumpí en el lavabo. Ya sólo faltaba yo. Flautas, oboes, fagotes, clarinetes, trompas, trombones, trompetas y una tuba, me aguardaban enhiestas, allí dentro, expulsando a través de su tubo digestivo una gran profusión de notas desiguales, arrítmicas y anodinas.
Con mi diminuto flautín de la mano parecía un niño. Al verme entrar se produjo un embarazoso silencio y todos dejaron de afinar los instrumentos. Con sorpresa -y conmiseración, diría yo- clavaron sus miradas en mi persona. Yo, sin apenas despeinarme y desposeído de cualquier atisbo de complejo, inicié mi interpretación: un solo de flautín maravilloso que rompió el aire con unas notas poderosas y vibrantes, un auténtico chorro, qué digo chorro... un verdadero torrente de sonido que hizo palidecer de envidia a todos los allí presentes.
Los dueños de los aparatos, corridos y cabizbajos por la vergüenza, guardaron cada uno su instrumento dentro del correspondiente estuche y salieron en fila india del lavabo.
Me quedé allí solo tan a gusto, obsequiándome a mi mismo con un auténtico recital de flautín, "El último con-pis".

miércoles, octubre 10, 2007

LA MALDICIÓN


Algo muy malo he debido hacer en mi anterior vida, pues una especie de maldición pesa sobre mí: si quiero ser libre y mostrar al mundo mi verdadera identidad, debo pasear descalzo y sin sombrero bajo la lluvia.
El agua incordia. Por eso he decidido ver pasar la vida asomado a los cristales de esta ventana. Por eso, cada vez que miro al cielo, sólo veo una cúpula gris, la de mi inmenso paraguas. Por eso nadie sabrá quién soy yo, cada vez que me mire.

lunes, octubre 08, 2007

LA SUERTE NO ES PARA QUIEN LA BUSCA


Pues sí, amigo, creo que era ella.
Estaba apostado ante un semáforo, cuando miré hacia mi izquierda y me pareció que la que entraba en la librería era ella. Sus mismos andares, el mismo estilo en el vestir, siempre fiel a su peinado y... no sé... estaba demasiado lejos para percibirlo, pero yo juraría que llegó hasta mi su aroma inconfundible.
Se puso rojo el semáforo y nos detuvimos varios transeúntes, tanto a un lado como al otro de la calle. Mi corazón también se detuvo durante unos segundos al verla de nuevo.
Ha pasado mucho tiempo desde entonces y nuestras vidas han cambiado -¿si?...Tal vez no tanto-. Nos fuimos de aquella ciudad y tomamos rumbos diferentes; y ahora, después de varios años, me la tengo que encontrar aquí, en Chicago, como si el mundo fuera un raído pañuelo. Yo creo que esa es la causa precisamente: que está demasiado raído y nos vamos colando por los agujeros de la tela hasta llegar al punto de partida, sin haber tenido necesidad de dar la vuelta completa al pañuelo.
Antaño se alejó de mi lado y, a pesar del desgarro que me produjo la ruptura, seguí viviendo; igual que uno vive sin un brazo, sin una pierna, con gafas, con dentadura postiza... Vas tirando, no es lo mismo, pero te acostumbras. Son medidas paliativas, eso es lo que digo siempre.
No me creerás, hermano, pero estoy convencido de una cosa: la vida se nos presenta como una bolsa opaca llena de bolitas pequeñas, de esas de colores. Dentro de esa bolsa está nuestra gran oportunidad en forma de bolita de color rojo. Entre todas las que contiene, tan sólo hay una roja. Introducimos la mano varias veces y cada una de ellas extraemos una de esas bolas. Suele ocurrir que por alguna ley de probabilidades -y por la de Murphy también-, nos sale cualquier color menos el que estamos buscando. Puede que la rocemos con los dedos en muchas ocasiones, e incluso que la tengamos cogida de la mano, pero al final la soltamos y siempre sale otra, justo la que no queremos o la que no conviene.
Esa mujer era mi bola roja, la quería con locura, pero ya ves... la dejé escapar. Después han llegado más; aunque posiblemente, lo que llevaba realmente a la práctica cuando estaba con ellas, eran falsas intentonas de conseguir la bola buena y al ver que ninguna era la que buscaba, sencillamente... me libraba de ellas. Ya lo sé, ya lo sé, hermano... echar balones fuera –en este caso bolas- es una manera muy prosaica de asumir los propios fracasos, pero así se me hace más llevadero pasear con este fardo que llevo a cuestas.
Y el otro día la tenía ahí mismo. La bolsa negra estaba abierta en pompa y lo único que yo debía hacer era meter la mano y llevarme el premio sin ningún riesgo, sin equivocaciones.
Pensé en hacerlo ¿sabes? Me daba igual que el tipo que estaba fuera, esperando agarrado al volante de un coche, fuese su acompañante. En el fondo me la sudaba que el paisano tuviera la misma complexión física que un búfalo, pues creo que, llegado el caso, le hubiera vencido por KO y me hubieran sobrado once asaltos para celebrarlo. Estaba tan seguro que ella me seguía queriendo... como que ese jodido semáforo había cambiado a verde.
Pero por un instante calculé que sin esa emoción que procura el azar a todas y cada una de nuestras decisiones, es decir, sin vendarnos los ojos con un pañuelo antes de lanzarnos al vacío, lo de "tener suerte" no sabe igual ¿entiendes?. Así que crucé la calle con la vista puesta en la librería, asumiendo que posiblemente volvería a alejarme de su lado para siempre.
De pronto escuché el ruido de un frenazo...ñiiiiic.... y sentí que volaba por los aires para después caer sobre el asfalto varios metros más allá de donde estaba inicialmente. No perdí el conocimiento en ningún momento, lo digo porque oía decir a la gente que se apelotonaba a mi alrededor: -“Pero, por Dios... ¿cómo no se habrá dado cuenta que el semáforo aún estaba en rojo con la velocidad que lleva el tráfico en esta calle?”-

¿No te lo decía yo, hermano? Aunque sea rara vez, alguna de ellas se consigue la bolita roja.

sábado, octubre 06, 2007

EL TRICOT DE PENÉLOPE


Pasó lo que tenía que pasar. Penélope no jugaba a ser mito, no quería ser divina. Sólo aspiraba a ser humana, de carne y hueso.

Tomando las agujas entre sus hábiles dedos, empezó a tricotar un suéter para Ulises. Al poco tiempo de iniciar, éste, su largo periplo, ella se enamoró de un grumete de tez morena, piel tatuada y grandes ojos negros de fuego que quemaban como ascuas. Tanto, tanto quemaban, que a veces cuando estaba tejiendo había de soltar las agujas porque su mirada le abrasaba las manos. Entonces se le caían los puntos y tenía que deshacer y volver a empezar de nuevo la labor, mientras un despistado Ulises escuchaba en la radio a cierta cantautora entonar “Cantos de sirena”. Penélope tejió y destejió hasta que perdió la cuenta de los puntos que llevaba.

Ulises se percató de lo que estaba ocurriendo. Sonó un clarín. Su orgullo de hombre no pudo soportar tamaña traición:

-“¿No sabes que odio los suéteres de cuello alto? ¿Cómo has podido hacerme esto a mí, con el calor que hace en Ítaca? ¿Has olvidado que te pedí uno con cuello a la caja?”-

Andrajoso, harapiento y sin jersey, Ulises tensó el arco y disparó certero al mismo corazón del grumete que, sin aspavientos, abatido cayó al agua. Penélope deshizo de nuevo la prenda y, suspirando resignada, empezó de nuevo a tejer sin apartar su vista del agua.

viernes, octubre 05, 2007

LA GUITARRA EN EL SALÓN

“Del salón en el ángulo oscuro, de su dueño tal vez olvidada, silenciosa y cubierta de polvo, veíase una guitarra...”

El poeta, desesperado e incapaz de seguir dibujando una canción, arrancó una cuerda de la guitarra, la anudó a su cuello y se colgó de lo alto de una viga del salón. Inesperadamente una musa acudió en su auxilio:
“... Cuánta nota dormía en sus cuerdas, como el pájaro duerme en las ramas...”

Por fin, eufórico, mientras sus pies se balanceaban en el aire como los de un pelele, sacó una navaja del bolsillo del pantalón en un vano intento de evitar que la cuerda se clavara en su cuello y le estrangulara; pero la navaja era tan pequeña, tan pequeña... que a la cuerda sólo le produjo cosquillas. Su contagiosa risa, unida a los agónicos estertores del poeta, pusieron finalmente música a su letra.

miércoles, octubre 03, 2007

MEJOR, MAÑANA


Terminaron de cenar y se levantaron simultáneamente de la mesa. Él se quedó contemplando la vajilla y, tras unos instantes de vacilación, dijo:

-“Mejor, mañana, con más calma”-

Ella le guiñó un ojo con picardía, sonrió, le agarró de la corbata como si fuesen unas riendas, y tiró de él -suavemente pero con decisión- en dirección al dormitorio, a la vez que aseguraba:

-“No... No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”-

Al salir, apagó la luz de la estancia. Sobre la mesa quedaron bostezando de tedio unos platos con restos de comida reseca, unos vasos usados, varias servilletas de papel arrugadas y una botella de vino medio vacía –o medio llena...depende del grado de optimismo de quien analice la botella-.

martes, octubre 02, 2007

LA LOBA DEL CASINO


Cuando la loba salió del Casino, miró al cielo, vio la luna y, rascándose el bolsillo, pensó con fastidio:
-"¡Qué lata, otra noche sin luna llena, otra vez a esperar...! Bienaventurado el que tiene un as en la manga, pues mantiene la ilusión y controla la jugada; bienaventurados los que no sabemos ni tener las cartas... ya sólo nos queda la ilusión, pero es mejor que nada..."-
Con el rabo entre las patas entró de nuevo al viejo y elegante edificio, esta vez con toda la intención de dejarse la piel en la siguiente apuesta

lunes, octubre 01, 2007

DIFERENCIA ENTRE SABER Y CREER


Venía sospechándolo desde hacía mucho tiempo, pero no es lo mismo suponer algo que tener la certeza de ello por boca de su artífice. Lo que se mueve bajo la tierra y bajo nuestros pies, en lo que no se manifieste carece de credibilidad y de potencialidad. Ha de tratarse de una fuerza superior a la de un terremoto, pero hasta que no escuchamos su potente rugido no sentimos que vibra nuestro cuerpo; hasta que no nos sentimos sobrecogidos por el trueno, no nos damos cuenta que se ha desatado una tormenta; es más... el relámpago previo nos ilusiona de igual manera que unos fuegos de artificio. Intuía que me guardaba un odio visceral –o tal vez me quería demasiado...-, lo cierto es que amor y odio son pasiones y por lo tanto de la misma ganadería, llevan en su sangre genes hermanos. Nunca me lo había confesado, pero yo lo notaba en su actitud, en sus gestos y en su mirada. Sabía lo que estaba pensando y su talante me hacía barruntar lo peor. No obstante yo vivía feliz y ajena al peligro, como si entre él y yo existiera un muro de piedra o una gruesa mampara de vidrio. Justo la cristalera del mueble que albergaba a los dos en su interior: al buitre y a mi marido; disecados ambos, antes de que intentaran hacerme picadillo para convertirme en pasto de hamburguesería.

sábado, septiembre 29, 2007

SIMETRÍA


-“Por favor ¿sería Vd tan amable de mover un poco el cartelito que está a su derecha hacia dentro, y luego girarlo, para colocarlo mejor frente a la gente que pasa?”-

El hombre, medio adormilado, estaba sentado y apoyado contra la pared. Entornó levemente los párpados:

-“Humm... ¿cómo?”-

-“Sí, verá... es que está completamente asimétrico respecto al cartel que tiene a su izquierda...”-

-“¿Y...?-

El indigente frotó sus ojos con desgana y se rascó la cabeza con unas uñas que dejaban entrever un kilo de mugre. Se incorporó manifestando un indicio de interés, apenas perceptible, hacia su interlocutor. Se trataba de un tipo bien trajeado, con aspecto limpio y repulido, que llevaba de la mano –inexplicablemente, pues no llovía- un paraguas.
El aludido miró un cartel, después el otro, y le respondió en tono desafiante:

-“A mi me gustan así, como están...”-

-“Ejem... bueno, el asunto es que Vd está pidiendo ahí sentado; nosotros, la gente, en cierto modo le pagamos, luego somos sus clientes, y ya se sabe... el cliente siempre tiene la razón. Le confieso que soy un maniático del orden, la belleza, las proporciones, las medidas justas...¿qué le voy a hacer si no soporto ver un cuadro torcido en la pared, un libro mal colocado en una balda o un cenicero con colillas? Compréndalo... ese cartoncillo de su derecha está mal puesto y hace daño a la vista...”-
El vagabundo carraspeó, y al hacerlo movilizó unas secreciones de su garganta que, por momentos, el cliente temió le fuera a arrojar encima.

-“Jum, jum... mire lo que le digo, si quiere echar una moneda, échela ahí, en el cestillo, si no quiere no la eche, nadie le obliga, pero deje de tocarme ya los cojones ¿vale?”-

El hombre bien vestido hizo ademán de sacar la cartera del bolsillo, pero tras pensarlo unos segundos se retractó. El pobre, mostrando buenos reflejos y ante el temor de perder un potencial cliente, retocó y posicionó el cartel de cartón en el que expresaba y cuantificaba sus miserias. Después comprobó que el cartón de su izquierda estuviera en una posición debidamente simétrica respecto al anterior. En este otro justificaba de algún modo su oficio de pordiosero. Miró al hombre del paraguas pidiendo su aprobación. Él, con un gesto de la mano, le indicó que moviera todavía un poquito más el cartel de la izquierda. Después asintió con la cabeza dándole el visto bueno.
Hundió la mano en su bolsillo y, con gesto solemne, como si fuera a sacar un billete de cincuenta euros, extrajo una moneda y la arrojó en el cestillo.
El indigente comprobó que se trataba de una moneda de veinte céntimos. Le vio alejarse con su pierna renqueante, apoyado en el paraguas, que ejercía oficio de bastón. Encogió los hombros y cerró los ojos de nuevo para reanudar el sueño en el punto en que lo había dejado hacía unos momentos. En las baldosas de la acera seguía resonando el tac, tac, tac... de la bota ortopédica del paisano, con su taco de -no menos- quince centímetros, para compensar el desnivel ocasionado por una pierna ligeramente más corta que la otra.

viernes, septiembre 28, 2007

EL MANIQUÍ DE HIERRO



La oscuridad del ocaso se cernía sobre el horizonte. En una cuneta, junto a un campo de trigo, descansábamos mi álter ego y yo. La torre escrutaba impávida, con sus brazos en jarras, cualquier vestigio de movimiento o señal de vida.
Permanecíamos en silencio. No quería equivocarme de nuevo. La vez anterior me empeñé en atacar unos molinos de viento, creyendo que eran gigantes, y la jugada me salió mal. Recuerdo que en aquella ocasión no envié de avanzadilla a mi álter ego, fui en persona, y claro... la que se llevó los golpes fui yo.
Ahora era ella quien me advertía: “Chissst... no hagas ruido, parece que aún no se ha percatado que estamos aquí”.
Agazapadas, junto a la carretera, permanecimos muy juntas a lo largo de varias horas, escuchando cada una los latidos de la otra, sintiendo la bocanada del aliento contrario en la propia cara y percibiendo su transpiración...
Estaba tan harta de soportar a mi “otro yo”, que en un momento dado grité bien fuerte: “¡Cobarde el último! Y eché a correr.”
La imponente estructura escuchó la provocación. Mi “otro yo” también; pero le pilló desprevenido, con el pie cambiado. Total, que cuando quiso lanzarse a correr tras de mí, la enorme torre del tendido eléctrico ya se había puesto en alerta, las alarmas se habían disparado y el monstruo pesadamente giraba su cintura a derecha e izquierda.
Tuve tiempo de esconderme en un viejo pozo abandonado, pero mi álter ego no. El majestuoso maniquí metálico atisbó, corriendo entre los trigales, la figura frágil y menuda de una mujer. Nadie quería ser tachado de cobarde, pero la gran mole lo tenía más difícil que cualquiera: sus pies estaban anclados firmemente a la tierra por varios metros cúbicos de hormigón. Presa de la rabia y los celos, lanzó una formidable descarga eléctrica a la mujer que, sintiéndose vulnerable, corría desesperada campo a través. El rayo la achicharró por completo, dejándola muerta en el sitio.
Estuve quieta largo tiempo sentada allí abajo, en fondo del pozo. Cuando se disipó el olor a chamusquina, salí de nuevo a la superficie. Mi “álter ego” yacía hecha unos zorros sobre un lecho de pajas quemadas. No me importó demasiado, no era la primera ni sería la última vez que moría mi otro yo y volvía a resurgir como el ave Fénix, de entre sus propias cenizas.
El gigante de hierro –porque no sé si Vds ya se habrán dado cuenta de ello, pero era un verdadero gigante...- ocultó su humillación en el interior de una nube que pasaba volando por allí y, llorando como un niño, la hizo partícipe de sus reflexiones:
“La imbatibilidad no se logra sólo a expensas de la fuerza, la lucha no siempre garantiza la victoria y unos pies sólidamente arraigados a la tierra, la mayor parte de las veces, quitan y no dan la libertad”.
El gigante quiso ser un ave y volar, pero no pudo.

miércoles, septiembre 26, 2007

SÓLO DEBE SEMBRAR QUIEN SABE RECOGER



Era un labrador tan torpe, tan torpe, que sembraba cebada para fabricar cerveza, pero en lugar de cebada le crecían sardinas.
No sería mayor problema que a uno le crecieran sardinas en un campo de cereales, si no fuese porque el pescado de tierra no sabe lo mismo. Tira más a bravío y se conserva mucho peor que el de mar –dónde va a parar-, excepto cuando la cosecha es de una variedad concreta, “Sardinillas enlatadas”, que entonces la cosa cambia de manera sustancial.

El pobre hombre, desesperado, decidió cambiar de estrategia. Rogó a su hijo, que estudiaba para Perito Agrónomo, que se informara por la cosa de internet, a ver en qué zona del litoral marítimo había buenos bancos de cebada para ir allí a por ella.
Cuando dispuso de la información, más contento que unas castañuelas, agarró una caña y se largó a pescar.
Pasaron varios días y la cebada no picaba. Pero un hombre de campo jamás se da por vencido, de manera que alquiló un barquito de pesca, con su correspondiente equipo de redes de deriva, y se adentró en alta mar.

Muy ufano, una vez allí, echó las redes. Nada. Otra vez. Nada. Otra vez más. Nada... Lo intentó durante una semana; mas, viendo que algo fallaba, se calzó un traje de neopreno, una mascarilla de oxígeno –sin conectar a ninguna parte-, souvenir del hospital desde aquella vez en la que estuvo ingresado el Cipriano aquejado de asma; rodeó su cintura con un cable –por supuesto, no sabía nadar- y, de un salto, se zambulló en el agua.
La sorpresa fue mayúscula... ¡apenas quedaba cebada allí abajo!
Una sardina muy atractiva se separó del resto y, contoneándose con lujuria, se acercó a él y le ofreció una jarra de cristal para que brindara con todas. ¡Las muy zorras habían montado una fiesta y estaban poniéndose ciegas a cerveza!

martes, septiembre 25, 2007

EL UNICORNIO


Cuando llegó al mundo, nada más verle aparecer su madre con ese enorme apéndice óseo en la frente, no pudo por menos de lanzar un grito de horror que enseguida ahogó tras una intensa y sesuda reflexión: "...Sí, tienes la frente y la palabra dura de tu padre. Se ve al mirarte que te ordenas en torno de tu voluntad como otros en torno de su gracia o su silencio..." Con dicho pensamiento, expresado en voz alta, no intentaba otra cosa que envolver y colar, como si fuera un regalo, la auténtica y descarnada realidad que se escondía tras él y que tan sólo ella conocía. La madre del unicornio era la única persona en el mundo que podía hallar un asombroso parecido entre su recién nacido vástago y el padre de la criatura, un equino, a todas luces y aparentemente, "acornio".

sábado, septiembre 22, 2007

THINKING BLOGGER AWARD


Hace ya varias semanas de ello, pero un día ocurrió -mejor dicho, la fortuna y vuestro cariño ha querido que sucediera un par de veces- que fui nominada y premiada con el Thinking Blogger Award, galardón auspiciado y concedido por los propios compañeros blogueros.

La primera de esas veces fue mi amigo Fran, en su blog llamado "El Paraíso virtual de la sin hueso"; la segunda fue la amiga Marian en su blog titulado "Parte de mi" . Los dos son personajes entrañables y conocidos por aquellos que nos movemos en este círculo, dando vueltas concéntricas a un mismo asunto, la comunicación.

Por cuestiones de intendencia, como ya os he venido diciendo a lo largo del verano, no he podido disponer de internet a mi antojo. Debido a ello me limité a dar las gracias a mis benefactores o a quien me felicitó en su momento, pero fui posponiendo ese punto en el que hay que premiar y pasar el testigo a otras personas. Prometí hacerlo en cuanto pudiera, y aquí estamos... Sin más dilación paso a los premios:

Premio bloguero revelación: por su juventud -empezó con 16 o 17 añitos-, disposición, iniciativa y prometedor futuro en este medio –o en lo que se proponga-, Albert Rodriguez Mauri con su blog "Pensamientos"

Premio al mejor comunicador: por su simpatía, carisma y personalidad, porque se mete a la gente en el bolsillo, porque siempre tiene la palabra precisa en la boca, Francisco García con su blog "El Paraíso virtual de la sin hueso" .

Premio a la mejor trayectoria: por su constancia, variedad y tesón -no falla ni un solo día-, por hacerte sentir en su casa-blog como si estuvieras en la tuya, por ser tan encantadora, Vanessa con su Acróbatas

Premio a la calidad artística: porque tiene sensibilidad –me atrevería a decir que como el resto de los compañeros que se asoman aquí-, pero además de expresar aquello que siente, lo dice muy bien, con gran estilo y elegancia. Creo que es un tipo que, sencilla y llanamente...sabe escribir. Se trata de Ángel con su blog "Volando a ras de suelo"

Premio al blog informativo: porque está al lado de la noticia, porque se moja, opina, da la cara, es sensible (también él), buena gente y, si tiene un día chungo, como humano que es, hace un inciso en su crónica deportiva o lo que sea, y nos cuenta como se siente... hablo de Guillermo Ortiz con sus Pequeños objetivos

Las bases para seguir metido en este lío o cadena de premios, son las que todo galardonado debe cumplir a través de los siguientes requisitos:

1º - Escribir un post citando (premiando) a cinco blogs que "le hagan pensar".

2º - Enlazar el post original, para que se pueda encontrar el origen del premio.

3º - Mostrar la imagen del premio enlazando la nota en la que le han reconocido su valía.
¡Enhorabuena a los afortunados!

jueves, septiembre 20, 2007

EL NUDO


Se colocó ante el espejo del dormitorio. La tomó entre ambas manos con delicadeza, como si fuera una reliquia. Estaba suave y brillante. Las pequeñas rugosidades apenas eran perceptibles. Daba gusto acariciar con los dedos su tacto satinado, a pesar de que al tipo en cuestión le faltaban varias falanges. La colocó –como pudo- alrededor del cuello y la enrolló en torno a él. Improvisó un lazo, una especie de nudo, luego otro... “ahora paso esta punta por aquí y la saco por allá...” Esta maniobra siempre se le resistía, jamás le salía a la primera. De nuevo, otro intento... otro más... ¡nada!
El extremo más distal se revolvió contra él y unos dientes afilados se le clavaron en un dedo, haciéndole brotar dos gotas de sangre que más bien parecían dos granates engarzados en un solitario. El domador, con rabia, arrojó la serpiente sobre la cama y decidió suprimir ese número de su actuación. Ya estaba más que harto.

miércoles, septiembre 19, 2007

LA SIRENITA




El capitán soltó las amarras del barco, sin tan siquiera despedirse de ella, poniendo proa hacia otro puerto que le resultaba mucho más atractivo que aquél que dejaba tras de si. Zarpó y cuando se encontraba ya bastante lejos de la orilla, sintió cómo algo se enredaba suavemente entre su pelo. Por unos breves instantes soltó el timón y giró la vista atrás atusándose el cabello con aprensión. Al tacto advirtió la presencia de una sustancia fluida y viscosa.
Allá en el horizonte, la figura de la sirenita se recortaba pequeña y frágil, y pasaba tan desapercibida, que él ya no era capaz de distinguirla aunque lo intentó de veras. Demasiado tarde...
Pero ahora sabía que ella estaba cerca, lo presentía. La sirena, apenada por ver marchar a su amigo y no poder acompañarle a causa de sus pesados pies de bronce, le había dedicado un beso de despedida, lanzándolo al aire, con nulas posibilidades de que llegara a su destinatario. Una gaviota amiga suya que volaba por allí lo atrapó entre el pico como si fuera un pececillo, engulléndolo posteriormente con fruición. El ave, con el loable deseo de ayudar a su querida sirena, quiso llevar el beso al marinero. Y no tuvo mejor ocurrencia que defecar sobre su cabeza, lanzando un "ósculo" sobre la misma, con la certera puntería de un francotirador.

martes, septiembre 18, 2007

AL OTRO LADO DE LAS VIAS


El tipo del sombrero miraba con insistencia desde el otro lado del carril. Me hizo un gesto, miré a derecha e izquierda y no vi a nadie. Señalé mi pecho con el índice y asentí con la cabeza, con la intención de averiguar si, efectivamente, se dirigía a mi. Dijo que sí. Creo que quería pedirme o preguntarme algo. No lo supe... realmente no lo supe. Hablaba un lenguaje raro. Mientras hablaba, gesticulaba y movía sus brazos igual que aspas de molino, como si estuviera muy desesperado por algo. Me sentía ridícula, inútil... Encogiéndome de hombros, con la cejas arqueadas y los ojos abiertos como platos, separaba mis brazos del cuerpo con las palmas de las manos abiertas en señal de impotencia.
Me volví buscando ayuda, tal vez alguien lograra entender lo que me estaba queriendo transmitir ese hombre tan peculiar. En ese momento llegó el tren y paró justo delante, interponiéndose entre él y yo. Se apeó bastante gente. Me relajé y suspiré aliviada al ver que ya no estaba sola. Si ese fulano estaba loco, borracho o enfermo, y necesitaba algo, el problema dejaba de ser exclusivamente “mío”.
Cuando arrancó de nuevo el tren, miré al otro lado, pero él ya no estaba allí. “Se ha ido” pensé.
Me acoplé de nuevo en el banco para seguir viendo pasar trenes. Confieso que me sentí un poco culpable por no haber dedicado parte de mi tiempo de ocio a conocer más idiomas. Pero me consolé, con ese consuelo tonto que tienen los cobardes que sólo sirven para ver pasar trenes y dejarlos marchar sin atreverse a subir en ninguno de ellos; me dije: “Bueno, a fin de cuentas... creo que yo también le estaba pidiendo ayuda hace rato y él tampoco ha hecho nada por entenderme a mi.”
Extendí los viejos cartones sobre el banco, desplegué la raída manta, le pegué un tiento al culo de ron que me quedaba en la botella y me eché a dormir.

sábado, septiembre 15, 2007

¡QUÉ BIEN! ¡YA TENGO VELO Y RAMO...!


Rebañé en la salsa hasta la última miga de pan, y con ello di por concluida mi ración de callos con garbanzos. Después probé un poco de arroz con leche casero y le pegué un buen tiento a la copita de cava.
Para entonces los invitados a la boda estaban algo piripi –de hecho, ya se llegaban cantando a "la raspa" y a "los clavelitos"-. Miré a mi alrededor y lo vi todo envuelto en una pseudo-bruma, como si todo aquel montaje fuese en realidad una pseudo-broma. Me froté los ojos. El humo, el alcohol y el exceso de comida, también empezaban a causar estragos en mi motor que, de repente, se puso al ralentí.
Reparé en la presencia del velo y el ramo de la novia. Ambos yacían, flácidos como pingos, sobre un asiento. No pude resistirme a la tentación. Tomé el velo y tanteé entre varios metros de gasa hasta dar con el dispositivo que se engancha al cabello. Como pude, sin espejo ni nada, me lo coloqué en todo lo alto, igual que una divisa. Después agarré el ramo y advertí que ya le faltaban varias flores. En realidad los capullos no se habían ido, para ser más exactos diré que deambulaban torpemente por el salón o permanecían medio adormilados, sentados frente a la mesa, fumándose el Montecristo de rigor.
Creyéndome libre de miradas ajenas, enfilé hacia la puerta del comedor. Me sentía bien, no en vano estaba haciendo realidad el sueño de toda mi vida. Nadie se percató de mi marcha. Sinceramente, es una lástima que las cosas sucedan así, pero cuando significas poco -o nada- para el resto de la manada, puedes pasar inadvertido entre tus semejantes, trotando por encima de la gente en cueros y a caballo, como si fueras Lady Godiva. La cosa tiene sus ventajas: en esos casos las despedidas son menos emotivas, traumáticas y laboriosas, pero a cambio son mucho más rápidas.
De manera que me largué de allí sin pena ni gloria, pero eso sí, con un velo en la cabeza y un ramo entre las manos. Antes de abandonar el Restaurante me acerqué al mostrador del guardarropa. Saludé a la empleada. Ella me devolvió el saludo y mi chaqueta de ceremonia a cambio de dos chapitas que le di con un numero en cada una de ellas: en una ponía 69 –claro, al estar de boda, qué iba a poner...-, en la otra ponía 1 euro...
Después le dije adiós y la paisana correspondió con gesto cansado y aburrido. Yo creo que también ella estaba un poco perjudicada. No le chocó ver los restos de arroz con leche que colgaban de la espesura de mis barbas, ni mi pajarita aflojada (estoy seguro que esa era la causa de ir tantas veces al baño a lo largo de la comida), ni mi corbata de raso con la imagen de Guevara, que la llevaba sobre el pantalón, atada alrededor del muslo a modo de liguero.