sábado, septiembre 29, 2007

SIMETRÍA


-“Por favor ¿sería Vd tan amable de mover un poco el cartelito que está a su derecha hacia dentro, y luego girarlo, para colocarlo mejor frente a la gente que pasa?”-

El hombre, medio adormilado, estaba sentado y apoyado contra la pared. Entornó levemente los párpados:

-“Humm... ¿cómo?”-

-“Sí, verá... es que está completamente asimétrico respecto al cartel que tiene a su izquierda...”-

-“¿Y...?-

El indigente frotó sus ojos con desgana y se rascó la cabeza con unas uñas que dejaban entrever un kilo de mugre. Se incorporó manifestando un indicio de interés, apenas perceptible, hacia su interlocutor. Se trataba de un tipo bien trajeado, con aspecto limpio y repulido, que llevaba de la mano –inexplicablemente, pues no llovía- un paraguas.
El aludido miró un cartel, después el otro, y le respondió en tono desafiante:

-“A mi me gustan así, como están...”-

-“Ejem... bueno, el asunto es que Vd está pidiendo ahí sentado; nosotros, la gente, en cierto modo le pagamos, luego somos sus clientes, y ya se sabe... el cliente siempre tiene la razón. Le confieso que soy un maniático del orden, la belleza, las proporciones, las medidas justas...¿qué le voy a hacer si no soporto ver un cuadro torcido en la pared, un libro mal colocado en una balda o un cenicero con colillas? Compréndalo... ese cartoncillo de su derecha está mal puesto y hace daño a la vista...”-
El vagabundo carraspeó, y al hacerlo movilizó unas secreciones de su garganta que, por momentos, el cliente temió le fuera a arrojar encima.

-“Jum, jum... mire lo que le digo, si quiere echar una moneda, échela ahí, en el cestillo, si no quiere no la eche, nadie le obliga, pero deje de tocarme ya los cojones ¿vale?”-

El hombre bien vestido hizo ademán de sacar la cartera del bolsillo, pero tras pensarlo unos segundos se retractó. El pobre, mostrando buenos reflejos y ante el temor de perder un potencial cliente, retocó y posicionó el cartel de cartón en el que expresaba y cuantificaba sus miserias. Después comprobó que el cartón de su izquierda estuviera en una posición debidamente simétrica respecto al anterior. En este otro justificaba de algún modo su oficio de pordiosero. Miró al hombre del paraguas pidiendo su aprobación. Él, con un gesto de la mano, le indicó que moviera todavía un poquito más el cartel de la izquierda. Después asintió con la cabeza dándole el visto bueno.
Hundió la mano en su bolsillo y, con gesto solemne, como si fuera a sacar un billete de cincuenta euros, extrajo una moneda y la arrojó en el cestillo.
El indigente comprobó que se trataba de una moneda de veinte céntimos. Le vio alejarse con su pierna renqueante, apoyado en el paraguas, que ejercía oficio de bastón. Encogió los hombros y cerró los ojos de nuevo para reanudar el sueño en el punto en que lo había dejado hacía unos momentos. En las baldosas de la acera seguía resonando el tac, tac, tac... de la bota ortopédica del paisano, con su taco de -no menos- quince centímetros, para compensar el desnivel ocasionado por una pierna ligeramente más corta que la otra.

viernes, septiembre 28, 2007

EL MANIQUÍ DE HIERRO



La oscuridad del ocaso se cernía sobre el horizonte. En una cuneta, junto a un campo de trigo, descansábamos mi álter ego y yo. La torre escrutaba impávida, con sus brazos en jarras, cualquier vestigio de movimiento o señal de vida.
Permanecíamos en silencio. No quería equivocarme de nuevo. La vez anterior me empeñé en atacar unos molinos de viento, creyendo que eran gigantes, y la jugada me salió mal. Recuerdo que en aquella ocasión no envié de avanzadilla a mi álter ego, fui en persona, y claro... la que se llevó los golpes fui yo.
Ahora era ella quien me advertía: “Chissst... no hagas ruido, parece que aún no se ha percatado que estamos aquí”.
Agazapadas, junto a la carretera, permanecimos muy juntas a lo largo de varias horas, escuchando cada una los latidos de la otra, sintiendo la bocanada del aliento contrario en la propia cara y percibiendo su transpiración...
Estaba tan harta de soportar a mi “otro yo”, que en un momento dado grité bien fuerte: “¡Cobarde el último! Y eché a correr.”
La imponente estructura escuchó la provocación. Mi “otro yo” también; pero le pilló desprevenido, con el pie cambiado. Total, que cuando quiso lanzarse a correr tras de mí, la enorme torre del tendido eléctrico ya se había puesto en alerta, las alarmas se habían disparado y el monstruo pesadamente giraba su cintura a derecha e izquierda.
Tuve tiempo de esconderme en un viejo pozo abandonado, pero mi álter ego no. El majestuoso maniquí metálico atisbó, corriendo entre los trigales, la figura frágil y menuda de una mujer. Nadie quería ser tachado de cobarde, pero la gran mole lo tenía más difícil que cualquiera: sus pies estaban anclados firmemente a la tierra por varios metros cúbicos de hormigón. Presa de la rabia y los celos, lanzó una formidable descarga eléctrica a la mujer que, sintiéndose vulnerable, corría desesperada campo a través. El rayo la achicharró por completo, dejándola muerta en el sitio.
Estuve quieta largo tiempo sentada allí abajo, en fondo del pozo. Cuando se disipó el olor a chamusquina, salí de nuevo a la superficie. Mi “álter ego” yacía hecha unos zorros sobre un lecho de pajas quemadas. No me importó demasiado, no era la primera ni sería la última vez que moría mi otro yo y volvía a resurgir como el ave Fénix, de entre sus propias cenizas.
El gigante de hierro –porque no sé si Vds ya se habrán dado cuenta de ello, pero era un verdadero gigante...- ocultó su humillación en el interior de una nube que pasaba volando por allí y, llorando como un niño, la hizo partícipe de sus reflexiones:
“La imbatibilidad no se logra sólo a expensas de la fuerza, la lucha no siempre garantiza la victoria y unos pies sólidamente arraigados a la tierra, la mayor parte de las veces, quitan y no dan la libertad”.
El gigante quiso ser un ave y volar, pero no pudo.

miércoles, septiembre 26, 2007

SÓLO DEBE SEMBRAR QUIEN SABE RECOGER



Era un labrador tan torpe, tan torpe, que sembraba cebada para fabricar cerveza, pero en lugar de cebada le crecían sardinas.
No sería mayor problema que a uno le crecieran sardinas en un campo de cereales, si no fuese porque el pescado de tierra no sabe lo mismo. Tira más a bravío y se conserva mucho peor que el de mar –dónde va a parar-, excepto cuando la cosecha es de una variedad concreta, “Sardinillas enlatadas”, que entonces la cosa cambia de manera sustancial.

El pobre hombre, desesperado, decidió cambiar de estrategia. Rogó a su hijo, que estudiaba para Perito Agrónomo, que se informara por la cosa de internet, a ver en qué zona del litoral marítimo había buenos bancos de cebada para ir allí a por ella.
Cuando dispuso de la información, más contento que unas castañuelas, agarró una caña y se largó a pescar.
Pasaron varios días y la cebada no picaba. Pero un hombre de campo jamás se da por vencido, de manera que alquiló un barquito de pesca, con su correspondiente equipo de redes de deriva, y se adentró en alta mar.

Muy ufano, una vez allí, echó las redes. Nada. Otra vez. Nada. Otra vez más. Nada... Lo intentó durante una semana; mas, viendo que algo fallaba, se calzó un traje de neopreno, una mascarilla de oxígeno –sin conectar a ninguna parte-, souvenir del hospital desde aquella vez en la que estuvo ingresado el Cipriano aquejado de asma; rodeó su cintura con un cable –por supuesto, no sabía nadar- y, de un salto, se zambulló en el agua.
La sorpresa fue mayúscula... ¡apenas quedaba cebada allí abajo!
Una sardina muy atractiva se separó del resto y, contoneándose con lujuria, se acercó a él y le ofreció una jarra de cristal para que brindara con todas. ¡Las muy zorras habían montado una fiesta y estaban poniéndose ciegas a cerveza!

martes, septiembre 25, 2007

EL UNICORNIO


Cuando llegó al mundo, nada más verle aparecer su madre con ese enorme apéndice óseo en la frente, no pudo por menos de lanzar un grito de horror que enseguida ahogó tras una intensa y sesuda reflexión: "...Sí, tienes la frente y la palabra dura de tu padre. Se ve al mirarte que te ordenas en torno de tu voluntad como otros en torno de su gracia o su silencio..." Con dicho pensamiento, expresado en voz alta, no intentaba otra cosa que envolver y colar, como si fuera un regalo, la auténtica y descarnada realidad que se escondía tras él y que tan sólo ella conocía. La madre del unicornio era la única persona en el mundo que podía hallar un asombroso parecido entre su recién nacido vástago y el padre de la criatura, un equino, a todas luces y aparentemente, "acornio".

sábado, septiembre 22, 2007

THINKING BLOGGER AWARD


Hace ya varias semanas de ello, pero un día ocurrió -mejor dicho, la fortuna y vuestro cariño ha querido que sucediera un par de veces- que fui nominada y premiada con el Thinking Blogger Award, galardón auspiciado y concedido por los propios compañeros blogueros.

La primera de esas veces fue mi amigo Fran, en su blog llamado "El Paraíso virtual de la sin hueso"; la segunda fue la amiga Marian en su blog titulado "Parte de mi" . Los dos son personajes entrañables y conocidos por aquellos que nos movemos en este círculo, dando vueltas concéntricas a un mismo asunto, la comunicación.

Por cuestiones de intendencia, como ya os he venido diciendo a lo largo del verano, no he podido disponer de internet a mi antojo. Debido a ello me limité a dar las gracias a mis benefactores o a quien me felicitó en su momento, pero fui posponiendo ese punto en el que hay que premiar y pasar el testigo a otras personas. Prometí hacerlo en cuanto pudiera, y aquí estamos... Sin más dilación paso a los premios:

Premio bloguero revelación: por su juventud -empezó con 16 o 17 añitos-, disposición, iniciativa y prometedor futuro en este medio –o en lo que se proponga-, Albert Rodriguez Mauri con su blog "Pensamientos"

Premio al mejor comunicador: por su simpatía, carisma y personalidad, porque se mete a la gente en el bolsillo, porque siempre tiene la palabra precisa en la boca, Francisco García con su blog "El Paraíso virtual de la sin hueso" .

Premio a la mejor trayectoria: por su constancia, variedad y tesón -no falla ni un solo día-, por hacerte sentir en su casa-blog como si estuvieras en la tuya, por ser tan encantadora, Vanessa con su Acróbatas

Premio a la calidad artística: porque tiene sensibilidad –me atrevería a decir que como el resto de los compañeros que se asoman aquí-, pero además de expresar aquello que siente, lo dice muy bien, con gran estilo y elegancia. Creo que es un tipo que, sencilla y llanamente...sabe escribir. Se trata de Ángel con su blog "Volando a ras de suelo"

Premio al blog informativo: porque está al lado de la noticia, porque se moja, opina, da la cara, es sensible (también él), buena gente y, si tiene un día chungo, como humano que es, hace un inciso en su crónica deportiva o lo que sea, y nos cuenta como se siente... hablo de Guillermo Ortiz con sus Pequeños objetivos

Las bases para seguir metido en este lío o cadena de premios, son las que todo galardonado debe cumplir a través de los siguientes requisitos:

1º - Escribir un post citando (premiando) a cinco blogs que "le hagan pensar".

2º - Enlazar el post original, para que se pueda encontrar el origen del premio.

3º - Mostrar la imagen del premio enlazando la nota en la que le han reconocido su valía.
¡Enhorabuena a los afortunados!

jueves, septiembre 20, 2007

EL NUDO


Se colocó ante el espejo del dormitorio. La tomó entre ambas manos con delicadeza, como si fuera una reliquia. Estaba suave y brillante. Las pequeñas rugosidades apenas eran perceptibles. Daba gusto acariciar con los dedos su tacto satinado, a pesar de que al tipo en cuestión le faltaban varias falanges. La colocó –como pudo- alrededor del cuello y la enrolló en torno a él. Improvisó un lazo, una especie de nudo, luego otro... “ahora paso esta punta por aquí y la saco por allá...” Esta maniobra siempre se le resistía, jamás le salía a la primera. De nuevo, otro intento... otro más... ¡nada!
El extremo más distal se revolvió contra él y unos dientes afilados se le clavaron en un dedo, haciéndole brotar dos gotas de sangre que más bien parecían dos granates engarzados en un solitario. El domador, con rabia, arrojó la serpiente sobre la cama y decidió suprimir ese número de su actuación. Ya estaba más que harto.

miércoles, septiembre 19, 2007

LA SIRENITA




El capitán soltó las amarras del barco, sin tan siquiera despedirse de ella, poniendo proa hacia otro puerto que le resultaba mucho más atractivo que aquél que dejaba tras de si. Zarpó y cuando se encontraba ya bastante lejos de la orilla, sintió cómo algo se enredaba suavemente entre su pelo. Por unos breves instantes soltó el timón y giró la vista atrás atusándose el cabello con aprensión. Al tacto advirtió la presencia de una sustancia fluida y viscosa.
Allá en el horizonte, la figura de la sirenita se recortaba pequeña y frágil, y pasaba tan desapercibida, que él ya no era capaz de distinguirla aunque lo intentó de veras. Demasiado tarde...
Pero ahora sabía que ella estaba cerca, lo presentía. La sirena, apenada por ver marchar a su amigo y no poder acompañarle a causa de sus pesados pies de bronce, le había dedicado un beso de despedida, lanzándolo al aire, con nulas posibilidades de que llegara a su destinatario. Una gaviota amiga suya que volaba por allí lo atrapó entre el pico como si fuera un pececillo, engulléndolo posteriormente con fruición. El ave, con el loable deseo de ayudar a su querida sirena, quiso llevar el beso al marinero. Y no tuvo mejor ocurrencia que defecar sobre su cabeza, lanzando un "ósculo" sobre la misma, con la certera puntería de un francotirador.

martes, septiembre 18, 2007

AL OTRO LADO DE LAS VIAS


El tipo del sombrero miraba con insistencia desde el otro lado del carril. Me hizo un gesto, miré a derecha e izquierda y no vi a nadie. Señalé mi pecho con el índice y asentí con la cabeza, con la intención de averiguar si, efectivamente, se dirigía a mi. Dijo que sí. Creo que quería pedirme o preguntarme algo. No lo supe... realmente no lo supe. Hablaba un lenguaje raro. Mientras hablaba, gesticulaba y movía sus brazos igual que aspas de molino, como si estuviera muy desesperado por algo. Me sentía ridícula, inútil... Encogiéndome de hombros, con la cejas arqueadas y los ojos abiertos como platos, separaba mis brazos del cuerpo con las palmas de las manos abiertas en señal de impotencia.
Me volví buscando ayuda, tal vez alguien lograra entender lo que me estaba queriendo transmitir ese hombre tan peculiar. En ese momento llegó el tren y paró justo delante, interponiéndose entre él y yo. Se apeó bastante gente. Me relajé y suspiré aliviada al ver que ya no estaba sola. Si ese fulano estaba loco, borracho o enfermo, y necesitaba algo, el problema dejaba de ser exclusivamente “mío”.
Cuando arrancó de nuevo el tren, miré al otro lado, pero él ya no estaba allí. “Se ha ido” pensé.
Me acoplé de nuevo en el banco para seguir viendo pasar trenes. Confieso que me sentí un poco culpable por no haber dedicado parte de mi tiempo de ocio a conocer más idiomas. Pero me consolé, con ese consuelo tonto que tienen los cobardes que sólo sirven para ver pasar trenes y dejarlos marchar sin atreverse a subir en ninguno de ellos; me dije: “Bueno, a fin de cuentas... creo que yo también le estaba pidiendo ayuda hace rato y él tampoco ha hecho nada por entenderme a mi.”
Extendí los viejos cartones sobre el banco, desplegué la raída manta, le pegué un tiento al culo de ron que me quedaba en la botella y me eché a dormir.

sábado, septiembre 15, 2007

¡QUÉ BIEN! ¡YA TENGO VELO Y RAMO...!


Rebañé en la salsa hasta la última miga de pan, y con ello di por concluida mi ración de callos con garbanzos. Después probé un poco de arroz con leche casero y le pegué un buen tiento a la copita de cava.
Para entonces los invitados a la boda estaban algo piripi –de hecho, ya se llegaban cantando a "la raspa" y a "los clavelitos"-. Miré a mi alrededor y lo vi todo envuelto en una pseudo-bruma, como si todo aquel montaje fuese en realidad una pseudo-broma. Me froté los ojos. El humo, el alcohol y el exceso de comida, también empezaban a causar estragos en mi motor que, de repente, se puso al ralentí.
Reparé en la presencia del velo y el ramo de la novia. Ambos yacían, flácidos como pingos, sobre un asiento. No pude resistirme a la tentación. Tomé el velo y tanteé entre varios metros de gasa hasta dar con el dispositivo que se engancha al cabello. Como pude, sin espejo ni nada, me lo coloqué en todo lo alto, igual que una divisa. Después agarré el ramo y advertí que ya le faltaban varias flores. En realidad los capullos no se habían ido, para ser más exactos diré que deambulaban torpemente por el salón o permanecían medio adormilados, sentados frente a la mesa, fumándose el Montecristo de rigor.
Creyéndome libre de miradas ajenas, enfilé hacia la puerta del comedor. Me sentía bien, no en vano estaba haciendo realidad el sueño de toda mi vida. Nadie se percató de mi marcha. Sinceramente, es una lástima que las cosas sucedan así, pero cuando significas poco -o nada- para el resto de la manada, puedes pasar inadvertido entre tus semejantes, trotando por encima de la gente en cueros y a caballo, como si fueras Lady Godiva. La cosa tiene sus ventajas: en esos casos las despedidas son menos emotivas, traumáticas y laboriosas, pero a cambio son mucho más rápidas.
De manera que me largué de allí sin pena ni gloria, pero eso sí, con un velo en la cabeza y un ramo entre las manos. Antes de abandonar el Restaurante me acerqué al mostrador del guardarropa. Saludé a la empleada. Ella me devolvió el saludo y mi chaqueta de ceremonia a cambio de dos chapitas que le di con un numero en cada una de ellas: en una ponía 69 –claro, al estar de boda, qué iba a poner...-, en la otra ponía 1 euro...
Después le dije adiós y la paisana correspondió con gesto cansado y aburrido. Yo creo que también ella estaba un poco perjudicada. No le chocó ver los restos de arroz con leche que colgaban de la espesura de mis barbas, ni mi pajarita aflojada (estoy seguro que esa era la causa de ir tantas veces al baño a lo largo de la comida), ni mi corbata de raso con la imagen de Guevara, que la llevaba sobre el pantalón, atada alrededor del muslo a modo de liguero.

domingo, septiembre 09, 2007

LOS TRABUBU

Son las fiestas de Pucela (Nuestra Señora de San Lorenzo), lo digo para aquellos que no sois de aquí y lo ignoráis. Algo típico en estas fechas es la Feria de Día Gastronómica. Los pucelanos, prestos, nos echamos a la calle como si no hubiéramos comido en la vida, lanzándonos sobre las casetas para consumir el Pincho de Feria o la tapa que promociona cada chiringuito -auspiciado por un establecimiento hostelero-, amén de su correspondiente bebida -por la "módica" cantidad de dos con cincuenta o tres euros...-, con tal avidez, casi con gula, de lobos. Suele ocurrir que es tanta la afluencia de parroquianos a dichas instalaciones, que, uno de pronto, se ve sorprendido llevando un plato con una tapa -pan y tenedor incluídos- en una mano, y una caña o un vino en la otra, sin tener ningún lugar sobre el que apoyarse.

En estas andábamos el sábado noche unos cuantos amigos, cuando de manera providencial encontramos una superficie reducida, pero lisa y limpia, sobre la que posarnos en medio de la enorme barahúnda de gente que había en esos momentos en la calle Cascajares.

Dicha "mesa" no era una gracia adicional de La Cárcava (excelentes tapas tiene, oigan...), no; era el carrito que portaban unos peñistas, debidamente acondicionado y preparado, para hacerles la vida más grata a lo largo de estas ferias que nos aguardan. El improvisado mostrador, en realidad servía para cubrir una especie de refrigerador que habían colocado dentro de dicho carrito, donde se refrescaban varios garrafones de calimocho.

Los peñistas amablemente dijeron que podíamos instalarnos allí sin problemas; es más... cuando terminamos con "lo nuestro" sacaron una garrafa de calimocho, unos vasos desechables, y nos invitaron a compartir su avituallamiento.

El simpático y generoso gesto nos emocionó, y yo prometí, a cambio, hablar de ellos en mi blog. Dicho lo cual les facilité mi dirección -erróneamente, pues no en vano llevábamos recorridas varias casetas y no estaba el horno para bollos, aunque luego una mente más clarividente que la mía subsanó el error- para que, si lo desean, puedan comprobar que una -esté pelín pedo o no...- cumple lo que promete.

Hicimos risas, hicimos una foto muy mala con el móvil (lamenté no llevar mi cámara, siempre la llevo cuando menos falta hace) y creo que sólo nos faltaron unos minutos para, además de una anécdota, hacer buenos amigos. Todo se andará si coincidimos más veces.

Estos son los TRABUBU (se llaman así en honor a una canción del grupo Los Delincuentes), colegas peñeros que aquí paso a presentar:

Nos hablaron con cariño de una princesita que les trae mucha suerte y que se llama Julia, pero que no estaba presente.

Sandra, la morenita súpersalada -oleeé-;

Jose, "el pelitordo", como le bauticé allí mismo, que presume de iris -y no es el de los ojos, precisamente, aunque paradojicamente sea la niña de sus ojos-, Iris, su nena;

Pedro, el de la gorra, y Mary Mar, su novia, tan elegantes y tan discretos ellos;

Jose -cómo abundan los Joses...-, el moreno, y Araceli, su novia, que cuando se enfada le pone al orden soltándole aquello de... ¡Jose Manuel!!

Nacho, el soltero de oro, trabaja en FASA como ingeniero y dicen que las vuelve locas a todas. Cuando nos fue presentado, no sé que contaron de unos muñequitos cuya identidad, como no tengo niños pequeños, ignoro por completo. Pero deben de ser unos conejos muy graciosos. ¿Y qué tendrán que ver los conejos con los ingenieros de FASA? Es lo que yo digo...

Finalmente, Marga, una soltera muy enrollada y buena tertuliana, que dice buscar novio de más de treinta y cinco, y al parecer no se refería a la edad (pues no sé a qué se referiría entonces... no tengo ni la menor idea...)

Puso la nota simpática cuando se le cayó al suelo una lentilla - lo notó porque se le hizo más de noche todavía-, y fue a encontrarla casualmente el que dice que menos ve en la oscuridad. Para limpiarla, a fin de retirar posibles arenillas o residuos y a falta de otra cosa, utilizó un buen chorrito de cerveza. Cuando se la puso de nuevo, aseguró que veía a San Miguel, subido en una Estrella (Damm), portando una Coronita en la cabeza y maullando (hacía "mahou, mahou, mahou...")

Nos ofrecieron más bebida y compañía, pero dijimos que ya llevábamos bastante en el cuerpo.

Muchas gracias a la peña LOS TRABUBU en nombre de todos, y aprovecho para pedir disculpas si dijimos o hicimos alguna inconveniencia -la verdad es que ni recuerdo-, pues, si fue así, únicamente fue fruto de la vid y no de la mala educación.

Hasta la próxima, chicos... seguro que nos seguiremos viendo por ahí estas ferias de caseta en caseta, vosotros arrastrando vuestro carro y nosotros... tal vez una cogorza, quién sabe, ja, ja, ja...

sábado, septiembre 08, 2007

PRIMER MANDAMIENTO: "NO PERDERÁS EL TREN..."




Se lo había dicho su tío, un viejo buitre: “ Procura no perder nunca un tren que pase por tu lado y que te resulte atractivo, no sabes lo que puede llegar a depararte”.

El pajarillo oscilaba, moviéndose de puntillas, sobre una de las catenarias del tren. Por raro que parezca, tres mil y pico voltios de intensidad eléctrica no son suficientes para hacer sucumbir a un ave de pequeño tamaño; además de eso es necesario que, parte de su cuerpecillo, haga masa con la tierra para sufrir una descarga letal y quedar churruscado como un bistec. Me lo contó un rudo ferroviario que vestía mono amarillo y que clasificaba vagones en las vías de un importante nudo de la red.
El ave se deslizaba de un lado al otro del grueso cable esperando ansioso la llegada de un nuevo tren.
De repente vio venir uno a lo lejos. Empezó a aletear hasta quedar suspendido en el aire, aguardando a que pasara para, después, dejarse caer blandamente sobre él. Así lo hizo. Era un hermoso mercancías amarillo, completamente nuevo.
En poco tiempo conoció lo que suponía el placer de viajar, recorrer caminos y visitar parajes, sin batir alas y sin cansarse. Transcurridos unos cuantos kilómetros divisó en lontananza la oscura bocaza de un túnel. Estaba preparada con sus fauces bien abiertas, para engullir sin ambages al tren que, irremediablemente, se precipitaba en su interior.
El polluelo enarcó las cejas y, tras unos breves segundos de reflexión, decidió abandonar el tren antes de traspasar el umbral del sombrío conducto.

Agitó de nuevo sus alitas y se elevó unos cuantos metros, los justos para que le diera tiempo a ver que, dicho tren, era un mercancías cargado con aves de corral, destinados a la fabricación de sopas y alimentos preparados de una conocida marca, “Gallina Blanca”.
Muy asustado secó el sudor de su frente con el dorso del ala, expulsó, resollando, todo el aire que contenían sus pulmones, y se sentó otra vez en la catenaria a seguir viendo pasar los trenes, mientras su corazoncito traqueteaba penosamente como una vieja locomotora.
De pronto le sonó el móvil... se palpó, buscó entre las plumas...y... por fin... ¡un SMS! Era un mensaje del buitre con una nueva recomendación: “Ni se te ocurra montar en un tren amarillo, suelen traer mala suerte”.
Le dio el arrebato y borró de la agenda el número de su tío. Así, sin más.

jueves, septiembre 06, 2007

MAR ¡QUÉ MIEDO ME DAS!

Caminaba de prisa. El sonido provocado por las olas, al chocar contra las rocas, le sobrecogía en demasía y temía por su integridad física. Hubiera apostado a que ese mar se lo quería comer vivo.
Antes de emprender el ascenso por la empinada carretera, se apoyó en la barandilla y miró de nuevo a lo lejos para verle por última vez. El mar, zalamero y juguetón, le sacaba la lengua y le salpicaba de babas... en realidad el pobre era bastante más inofensivo de lo que parecía, sólo le estaba bailando el agua.

martes, septiembre 04, 2007

DOS PÁJAROS EN CARTEL



Yo me dije: "si no mola, me piro..."
Ambos diestros, Serrat –Joaquín Sabina,
en la plaza de toros pucelina
quemaron nuestro tiempo en un suspiro,
el lunes... sin dar tregua ni respiro.
Tan sólo con su arte, cosa fina,
sin trabuco, ni rifle o carabina,
liquidaron dos pájaros de un tiro.
"El Nano", mano a mano, junto al "Flaco",
vibraron con la tanda de capote,
pusieron en los medios al morlaco
-con más sabor que un coctail de Chicote-,
y hubo gran corrida, ¡se armó el taco!
Con Lucía, el Pirata y su... cipote.


lunes, septiembre 03, 2007

OH... MADEMOISELLE!!



Me habían asegurado que era la mejor a pesar de que su aspecto intimidaba un poco. Aún así tenía fama de ser la más atractiva y seductora de todas. Por eso, sin pensármelo dos veces, alquilé una brillante limusina negra, me puse traje y corbata, camuflé mis ojeras con una breve capa de maquillaje, sellé mis labios a fin de parecer inteligente y compré el ramo de flores más grande que había en la floristería.
Fui en su búsqueda. Pero mucho antes de llegar al burdel salió a mi encuentro, caminaba cadenciosa, balanceaba suavemente sus caderas y vestía un elegante traje negro.
Efectivamente, era bellísima. Mademoiselle “La Muerte” era la puta más hermosa con la que jamás hubiera soñado.
No lo dudé ni un minuto. Tomándola de la mano la invité a subir en mi auto y me fui con ella.
La única pega... su halitosis. Era sencillamente insoportable.