miércoles, mayo 30, 2007

AÚN NO SON LAS SEIS EN PUNTO


-“Aún falta una hora”- decía esperanzada.

Desde aquel día en que él le dijo “iré a buscarte a las seis”, habían transcurrido muchos años. Pero dieron las seis, las siete, las ocho... y no volvió a verlo nunca más.
Su deterioro físico se precipitó en caída libre y sus facultades mentales se vieron seriamente perturbadas.
Era inútil cualquier medida. Poco después de las cinco, casi con veneración, se apostaba frente al reloj de pared contemplándolo sin pestañear.
Como si tuviera una venda en los ojos, cada vez que era informada de la llegada de “¡las seis!” negaba la evidencia a las agujas, al cuco, a la campana de la iglesia, al reloj de arena y a todo aquello que tuviera la extraordinaria capacidad de poder medir el tiempo.
Un día, como medida disuasoria, le cambiaron el reloj por una brújula. Perdió el norte, el sur, el este y el oeste, y siguió expectante igual que un náufrago sin rumbo, esperando esa hora que nunca llegaba.
Otra vez le colocaron un barómetro que a la vez servía como higrómetro. Cuando en la iglesia sonaron seis campanadas le dijeron:
-¿Lo ves? Ya pasa la hora y no viene. Desengáñate, no pierdas más el tiempo. No vale la pena-

La humedad que flotaba en el salón hizo saltar la aguja del higrómetro. El ambiente estaba enrarecido. Demasiados años, demasiadas lágrimas derramadas en esa misma habitación. Secándose furtivamente una mejilla, respondió con dignidad:
-“Te equivocas. No son las seis en punto"-














martes, mayo 29, 2007

LA ESCENA DEL BALCÓN


La famosa "escena del balcón" empieza a resultarme tan cansina, rallada y aburrida como la propia escena del sofá. Qué digo... mucho más que la del sofá. Al menos Zorrilla ponía el ingenio, Doña Inés la ternura, Don Juan el picante y la chaise-longue el morbo... Pero estos cuatro ¿qué ponen? ¿Las banderas en pie? ¿Qué banderas? ¿Las de todos? Ah, ya... que dicen que son de ellos. Vale, vale... entonces me callo.

viernes, mayo 25, 2007

EL KAMIKAZE

Aferraba sus dedos con fuerza al volante mientras, zigzagueando, sorteaba todos los coches que le venían de frente. En la radio sonaban canciones en un lenguaje raro e ininteligible para según quién. De repente... ¡el subidón! Lo vio venir embalado hacia él con la fuerza de un tren y esta vez no lo pudo esquivar. Una especie de bola de fuego le ascendió desde el estómago abrasándole, primero la garganta, y luego la cara. Tras el impacto, inmovilizado entre un amasijo de hierros y con el regusto salado de la sangre en su boca, el kamikaze sonrió aliviado cuando, a través de un boquete en el parabrisas y justo antes de deslizarse por un túnel negro y profundo como un pozo, vio unas señales de tráfico correctamente situadas a la derecha en el sentido de su marcha: “Ja,ja,ja... la primera vez que me pillan in fraganti y resulta que el único que va bien soy yo, ¡¡anda y que se jodan!!”

martes, mayo 22, 2007

LA CHISTERA

Recibí la chistera de manos del guardarropa y le di las gracias. Introduje dentro de ella un puñado de heno fresco, lo removí, aspiré su aroma y después me la coloqué totalmente calada hasta las cejas. Acto seguido me presentaron a una señora muy distinguida y muy fina, cuando la saludé, le hice una pequeña reverencia y me quité la chistera. Quise hacerle entrega de una delicada rosa pero, aún no me explico cómo, sólo fui capaz de poner sobre su mano un hermoso conejito blanco

sábado, mayo 19, 2007

DON TOPO

Tras una agotadora jornada laboral, recorriendo galerías subterráneas de un lado para otro, salió a la superficie, aspiró hondo el aire fresco de la noche y se adentró de nuevo en la oscuridad, pero esta vez en la penumbra de su madriguera. Se dejó caer sobre una butaca, abrió el periódico y, arropándose con él, se quedó profundamente dormido.

Junto al sillón, asumiendo el rol de centinela, una barra de pan hacía guardia para que nadie le robara al topo sus fantasías. Siempre soñaba lo mismo. Soñaba que era un hombre de ciencia llegado a la capital, desde provincias, con una maleta cargada de ilusiones y de tristezas a partes iguales.
Pero esa noche el pobre topo tuvo una horrible pesadilla: soñó que abría el equipaje y no estaban dentro sus recuerdos. Con las prisas se los había dejado olvidados en el pueblo y estaba condenado, en adelante, a ser feliz.

martes, mayo 15, 2007

EL TIEMPO VUELA


Me aferré a las crines del tiempo pensando que cabalgaba sobre un pura sangre. Pero, azarada, comprobé que los árboles situados a ambos lados de la carretera de la vida, desfilaban ante mis ojos mucho más rápido de lo que yo estaba dispuesta a tolerar. Sentí vértigo. Entonces, sólo entonces, me di cuenta que lo que sostenía entre mis manos no eran las melenas de un caballo, ni el cuero de unas riendas; sino, más bien, el material sintético del volante de un Ferrari.

viernes, mayo 11, 2007

LA AGENDA DEL MÓVIL



Nada más terminar el funeral, con unas ojeras hasta los pies y aspecto de haber estado de juerga durante toda la noche, entró en la cocina de su casa a comer algo antes de irse a descansar un rato. Abrió el cajón de los cubiertos para buscar el sacacorchos y... ¡allí estaba el móvil!

-“Dos días dando vueltas, busca que te busca, y mira dónde va a estar escondido, como para dar con él si casi nunca como aquí...”-

Lo encendió.

-“Menos mal que lo tenía apagado... aún me queda una raya de batería”-

De improviso sonó la alarma de un SMS. El sonido avisador era seco y estridente, casi apocalíptico.
Juan sufrió un sobresalto.

-"¡¡Coño, Darío!!”-

Abrió el mensaje y lo leyó:

-“Ni se te ocurra buscar el Rioja en el botellero, me he bebido hasta la última gota antes de irme. Creo que el vino que ponen allí es malísimo”-

Abatido, entre convulsos sollozos, se dejó caer sobre una banqueta de la cocina, pulsó en Opciones y borró el nombre del difunto Darío de su agenda.

lunes, mayo 07, 2007

CAMBIO DE ROLES


Los niños cada vez pasaban más tiempo con V, el vecino, y menos con su padre biológico. Los llevaba al cine, al McDonnald, a la pizzeria... de tal modo que, poco a poco, H fue siendo relegado de sus funciones paternas y destituído del honroso cargo de progenitor vitalicio.

Un día en que H, al salir de la facultad, se dirigía a la Biblioteca, pasó ante una cafetería próxima y le pareció ver a través de los cristales, dos siluetas que le resultaban de lo más familiar. Se acercó a la luna del bar y miró hacia el interior, arrimando ambas manos a su cara para evitar brillos molestos y poder distinguir mejor a las personas que estaban dentro. ¡Eran ellos! V y R estaban juntos, esa era la prueba... Junto a la barra reían y bromeaban como dos adolescentes, haciéndose carantoñas y confidencias al oído. Incluso en un momento dado, él se acercó a ella, le tomó por la cintura y dejó deslizar una mano hasta su trasero con un gesto de total confianza.
H se retiró del puesto de vigía con cara de bobo y un tanto atribulado; parecía como si temiera ser sorprendido por ellos. Paradójicamente, después de pillarles in fraganti, tenía la extraña sensación de que, realmente, el "delito" lo estaba cometiendo él.

Llegó hasta su domicilio totalmente consternado. Para tardar más, subió por las escaleras en vez de hacerlo por el ascensor, entró en casa -la de V, naturalmente-, y se dejó caer pesadamente sobre el sofá del salón. Al hacerlo reparó en su indumentaria. Se dio cuenta que llevaba tiempo vistiéndose con la ropa del vecino, comiendo en su vajilla y durmiendo en su cama...

De repente se hizo la luz en su entendimiento y lo vio todo un poco más claro. De un brinco se levantó del asiento y fue corriendo hasta el baño para mirarse en el espejo. No vio su cara, porque la cara de H yacía arrugada -la pobre- en la papelera del cuarto de aseo. El mediocre, con pinta de panoli, que le sonreía desde el otro lado del espejo... era V. De hecho pensaba exactamente igual que V, es decir, en el modo de arrebatarle todo a su vecino de rellano para dejarle completamente vacío: M, los niños y R.
FIN

sábado, mayo 05, 2007

ACOSTUMBRÁNDOSE



Por fin volvieron los niños del campamento. Su situación, por decirlo suavemente, pasó a ser de lo más pintoresca, con un estilo de vida heterodoxo que les llevaba a alternar su domicilio familiar, por un lado, con mamá y el señor del tercero, en su casa de siempre, y por otro lado, con papá biológico, en casa del vecino. Pero poco a poco se acostumbraron, de hecho todo el mundo se fue habituando al nuevo tipo de vida.


R se acostumbró a encontrarse por los pasillos de la facultad con la mirada inquisidora de H. Seguían enamorados, pero no habían vuelto a dirigirse la palabra. Y no porque ella no le hubiera querido perdonar, simplemente es que él no había puesto la más mínima intención de dejarse perdonar. R era buena persona, una de esas personas capaces de dejarse arrastrar por su corazón hasta el mismo borde de un acantilado para, después, precipitarse por él.
Pero la sombra de V, brindando con ella en la foto, era tan alargada y pesaba tanto sobre H, que hubiera oscurecido y enturbiado cualquier amago de posible reconciliación.


M se acostumbró a tener por marido a su vecino de rellano, y por vecino de rellano a su marido. Era todo lo contrario a R: fría y calculadora. Y sabía de antemano que, con sólo chasquear dos dedos, H volvería con ella, no una, sino cien veces que se lo propusiera.


V se acostumbró a ver a H en su cama, dentro de su ducha o cocinando en su cocina cada vez que pasaba a su casa a por algo; es más, H ya llegó a formar parte del mobiliario.

Un día V, al entrar en su vivenda -posiblemente sin mala intención-, en lugar de colgar su abrigo en el perchero, se lo colocó directamente a H sobre los hombros, y éste, feliz y contento, se lo llevó puesto a la facultad.

viernes, mayo 04, 2007

BUSCANDO PRUEBAS



Una nueva emoción, desconocida aún para H, había nacido dentro de él. Era algo parecido a los celos, a la envidia... "¿Hasta dónde estaba dispuesto a llegar V, el vecino, para fastidiarle? ¿Es que no se conformaba con haberle arrebatado a su mujer, que además tenía que liarse con R, su ex-amante? ¡Hombre, esto ya pasaba de castaño oscuro!"


H reflexionó: "Bien está que se lleve a M. ¡Hala... para él, se la regalo! Pero R... eso es mucho más de lo que un ser humano puede aguantar. ¡¡A R que no me la toque nadie!! Lo único que me falta ya por ver es que se quede con mis hijos... mis hijos... mis hijos... por cierto ¿dónde están mis hijos? ¿no dura demasiado ese dichoso campamento? ¿Y si en realidad resulta que no hay tal campamento, y este tipo los tiene secuestrados con la anuencia de mi mujer?


Se frotó los ojos con gesto cansado: " No... no puede ser. Me estoy volviendo loco, el mundo se está volviendo loco."


Febrilmente retomó de nuevo la actividad y siguió registrando cajones tratando de encontrar alguna prueba. Necesitaba saber qué tipo de relación existía exactamente entre R y V. Necesitaba encontrar a sus niños dentro de algún armario, encima de alguna estantería, ocultos en cualquier escondrijo...


En estas andaba, cuando entró el dueño de la casa y le sorprendió abriendo y cerrando los cajones de una cómoda.

El vecino y él no mediaron ni una palabra. Simplemente sostuvieron sus miradas en silencio, se dieron las buenas tardes y luego se ignoraron. Al parecer V entraba en su casa a por una muda limpia y artículos de aseo.

"Lógicamente", pensó H con una tranquilidad absoluta, "V no puede decirme nada, no está legitimado para reprocharme porqué me he instalado dentro de su casa, cuando él mismo se ha instalado dentro de mi señora (y, lo que es peor aún, dentro de mi amante...)"

martes, mayo 01, 2007

¡SORPRESA!

Lo primero que hizo H fue empezar a explorar, no el contenido de la casa, sino el "contenido" del dueño de la casa. Qué era lo que tenía ese sujeto -que no tuviera él- para que M, su mujer, se hubiera dejado seducir de esa manera.
Examinó sus armarios, su ropa, los libros, el frigorífico, los artículos de aseo personal...
Era inexplicable a todas luces. V, el vecino, resultaba ser un tipo de lo más vulgar y corriente: aspecto anodino, conversación de lo más prosaica y unas aptitudes -y actitudes- intelectuales bastante mediocres.

H no podía entender porqué M le había reclamado a su lado cuando él se creía feliz junto a R ,(aunque tampoco estaba muy seguro de ello, a decir verdad H casi nunca estaba seguro de nada) para después humillarle así. Bien pudiera ser la forma de vengarse de su infidelidad más que latente -donde las dan, las toman-, pero ese no era el estilo de M.
Además, parecía sincera cuando le llamó al móvil y le dijo entre sollozos que volviera a su lado.
Antes de atacar la nevera y decidirse por algún alimento -sus eternas dudas se sumaron al hecho de que el paisano ese no debía de comer nada más que mierda: restos de pizza resecos, alguna lata de cerveza, un poco de embutido rancio...-, se detuvo en abrir el cajón superior de una especie de sinfonier que había junto a la puerta de la sala de estar.


Muchas veces las cosas ocurren por casualidad, pero en otras ocasiones existen determinadas energías que dirigen nuestras mentes para obligarnos a hacer esto o aquello. En este caso, sin saber muy bien porqué, H abrió ese cajón y no otro, obedeciendo a un impulso desconocido.

El cajón estaba desordenado, dentro de él se podía encontrar de todo: encendedores, tabaco, recibos de la luz y del gas, un trozo de cable con un enchufe en un extremo, unos cedés sin funda, un sudoku a medio hacer -¡mira, al tío éste también le gusta hacer sudokus como a mi...!-
Sonrió con escepticismo pensando en cuántos sería capaz de terminar con el poco seso que parecía tener. Y también se le ocurrió que a veces donde falta seso sobra sexo, tal vez esa fuera la respuesta exacta de lo que M había encontrado en él, ¡un cimbrel como una olla!

Aparte de todas esas cosas, en el cajón había una fotografía un poco manoseada y vuelta boca a abajo. Cuando miró la imagen estuvo al borde del colapso al ver que una pareja le sonreía a todo color: V (el vecino) y R (su ex-amante) abrazados, felices y contentos, levantaban en alto una copa y le invitaban a brindar con ellos.