sábado, mayo 19, 2007

DON TOPO

Tras una agotadora jornada laboral, recorriendo galerías subterráneas de un lado para otro, salió a la superficie, aspiró hondo el aire fresco de la noche y se adentró de nuevo en la oscuridad, pero esta vez en la penumbra de su madriguera. Se dejó caer sobre una butaca, abrió el periódico y, arropándose con él, se quedó profundamente dormido.

Junto al sillón, asumiendo el rol de centinela, una barra de pan hacía guardia para que nadie le robara al topo sus fantasías. Siempre soñaba lo mismo. Soñaba que era un hombre de ciencia llegado a la capital, desde provincias, con una maleta cargada de ilusiones y de tristezas a partes iguales.
Pero esa noche el pobre topo tuvo una horrible pesadilla: soñó que abría el equipaje y no estaban dentro sus recuerdos. Con las prisas se los había dejado olvidados en el pueblo y estaba condenado, en adelante, a ser feliz.

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