Las normas están
hechas para
saltarlas,
bordearlas,
eludirlas,
transgredirlas,
violarlas,
odiarlas,
cambiarlas,
incluso acatarlas…
La normas son las
riendas
que sujetan los
caballos
desbocados de la vida.
Alguna norma ya es
leyenda,
otra puede ser
tremenda,
horrenda,
una guía,
una jodienda,
una senda en la
trastienda
de la más loca osadía,
castigar sin chocolate
la hora de la
merienda,
el capricho de un
orate
sin enmienda,
un vecino fastidioso
en la vivienda,
la espuela de la
rebeldía…
Las normas en el amor
son contratos que se
firman
sin sentido y sin
razón
en la fase de
embriaguez
previa a la
obnubilación,
o, en el peor de los
casos,
en plena enajenación.
Son papeles pasto de
llamas,
diseño de pajarita
de contumaz
papirofléxico
poco dado a
normativas,
nuevamente enamorado
y siempre dispuesto a
volar.
Las normas en el amor
sólo las dicta el amor
y están hechas para
saltarlas,
bordearlas,
eludirlas,
transgredirlas,
violarlas, odiarlas,
cambiarlas,
incluso acatarlas…
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