AL
TERCER MES RESUCITÓ
Al
tercer mes resucitó. Por fin.
Cuando
asomó majestuosa a través de la puerta de la cocina, él aún seguía allí, como
si estuviese esperándola, sentado junto a la mesa y frente a la puerta con un
plato de sopa reseca ante si. Sonrió al verla aparecer de nuevo, y en su rostro
se heló dicha sonrisa, quedando petrificada con esa mueca tonta que se les pone
a las calaveras bajo la naricilla respingona cada vez que se mueren de la risa.
Pareció alegrarse sinceramente de tenerla otra vez a su lado, quién se lo iba a
decir… después de muerta poder disfrutar nuevamente de su aroma inconfundible.
Estaba espléndida, radiante, incluso aquel antiestético orificio practicado en
el abdomen con un cuchillo de grandes dimensiones, después de tantos días,
lucía tan oreado como la curada cata de un jamón de Teruel. Fue una verdadera
lástima comprobar, al acercarse a su lado, que había cambiado de perfume y el
de ahora resultaba más añejo, olía como esos caserones abandonados que huelen a
moho y a cerrado.
Por
su parte ella no pudo evitar tampoco un amago de amarga sonrisa de triunfo al
evocar aquel día en que él, tras haberla apuñalado, se sentó a la mesa y le
dijo:
-Querida,
humm… qué rica te ha salido hoy esta sopa, tienen un no sé qué que le da un
sabor…
-Pues
que te aproveche, cariño, tómatela entera y no dejes ni una gota, es toda para
ti- respondió ella con un rictus maléfico, sujetándose el vientre entre
estertores de agonía.
Entonces
fue cuando él dejó caer su cabeza hacia atrás y empezó a salirle un montón de
espuma a través de la boca de la manera más tonta, aquella boca que tantas
veces la había besado y que en esos momentos parecía la cubeta de detergente de
una lavadora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario