viernes, junio 05, 2020

DE MININOS Y OTRAS HISTORIAS

Nuestra vieja gata, la Mitshu, se ha echado novio. No es de extrañar, ella estaba deseando hacerlo, de hecho, la Mitshu es una ninfómana colosal, de toda la vida. La Mitshu se le ha insinuado al Rudo en reiteradas ocasiones, pero el Rudo es todo un caballero –casado- que no quiere meterse en líos de faldas, y menos con una gata vieja.
Al principio de establecernos aquí, en la casa del pueblo, la Mitshu no dejaba de maullar a gritos para que los gatos lugareños le prestasen algo de atención. Pero sus aullidos lastimeros no obtenían ningún tipo de respuesta y los gatos brillaban por su ausencia. Yo le decía para solidarizarme con ella, “es cosa de la edad, eres mayor y por tanto invisible, ¿qué crees que ocurriría si maullase yo? Pues lo mismo, nadie me haría caso por la misma razón”
Por fin sus gritos –y su pertinaz insistencia- tuvieron la tan anhelada respuesta. Empezaron a visitarla señores gatos. Se prendó del más guapo, un enorme gato rubio de complexión atlética, una especie de Schwarzenegger gatuno que me gusta hasta a mí. Se les ve muy felices a los dos. Ya nos le ha presentado y todo, le sienta en el porche con ella, en uno de los sillones.
Lo malo es que a Merlín, uno de nuestros perros, líder y jefe de seguridad para más señas, le está sobrepasando esto de tener un forastero minino descontrolado campando a sus anchas. La situación se le va de las manos porque incumple su misión de velar por la seguridad de esta casa, y todo lo que Schwarzenegger le “pone” a la Mitshu, a Merlín le impone, no en vano es un gatazo tan grande como él… ¿y quién le pone el cascabel al gato? Merlín anda preocupado dándole vueltas al asunto, esta misma mañana he visto cómo le refería sus inquietudes a la Tula, se lo cuchicheaba al oído.
Pero la Tula pasa del tema; primero, porque es pasota de por si, es una vaga colosal; segundo, porque ella sabe que él es el líder, y cuando uno es líder –como Pedro Sánchez- está a las duras y a las maduras, para lo bueno y para lo malo. Cierto es que si unieran sus fuerzas, la Tula y el Merlín, acabarían desalojando al okupa. Pero al menos la Tula con su actitud se comporta mejor que algunos políticos en la oposición; si bien no hace nada por ayudar al líder, tampoco le pone palos en las ruedas para intentar sacar rentabilidad al asunto, haciendo caer a Merlín, para arrebatarle después el liderazgo en estos delicados momentos en los que está en cuestión su fortaleza frente a los gatos forasteros –novios o no de la Mitshu-. Y la Tula podría hacerlo con un golpe de estado. En este jardín contamos con un nutrido regimiento de caracoles que, tras las últimas tormentas, se muestran valerosos y disciplinados, haciendo gala de unas cornamentas que harían palidecer de envidia a los Mihuras mejor arbolados y con más trapío de la dehesa. Si la Tula se hiciera fuerte y metiera en cintura a todos esos moluscos gasterópodos que ahora están en desbandada, contaría con un ejército lento pero seguro.
Me instan a que me los coma. Todos. Los caracoles. Es cierto que los considero un manjar, pero respecto a los caracoles dice el refrán: “caracoles, los de abril para mí, los de mayo pá mi hermano y los de junio pá ninguno”. Y yo no me aparto del refranero bajo ningún concepto y por muy lucidos que estén los bichos –¡vaya muslos los de esos caracoles… y qué mocos van dejando…!!-
La Tula no quiere desalojar a Merlín del poder de malas maneras, ella se limita a esperar su momento. Sentada.
Ana Rodríguez (POETA BULULÚ)

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