MAGIA
-A ver quién adivina qué carta es-
-La sota de copas- Le dije.
-¿Cómo lo sabes?- Preguntó sorprendido.
-Esa carta simboliza el amor y tus ojos me dicen que
estás enamorado-
Entonces se aproximó a la mesa, acercó su cara a la mía y
rozó mi mejilla con su barba -la de los magos es suave, y al contrario que
otras barbas ésta no pica-. Me ruboricé y sentí que algo agradable recorría mi
espina dorsal, un escalofrío de gozo. Rogué a Dios que me convirtiera en piojo
o en garrapata para anidar en esa barba y así permanecer más tiempo asida al
mago, prendida y prendada de él. Pensé que lo que pretendía era premiar mi
astucia con un beso, o tal vez extraer de la parte de atrás de mi pabellón auditivo
dicha carta, la acertada, pero no... simplemente se apropió, con sus labios, de
un cigarrillo que llevaba apoyado sobre mi oreja. Es una mala costumbre, lo sé,
lo sé...una señora no debiera llevar el tabaco en ese sitio, pero, además de no
ser una señora, yo utilizo esa estrategia para neutralizar mi
look tacón de aguja con un aire más arrabalero y canalla.
-¿Tienes fuego?- Preguntó.
Completamente excitada y extasiada le miré a los ojos
–ojos de hechicero, ya que todo mago que se precie debe tener, al menos,
un par de ojos de esas características-.
-¿A ti qué te parece?- Le respondí.
Y le presté el mechero
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