viernes, octubre 26, 2012

EN MEDIO DE UN CUARTO VACÍO



 
En medio de un cuarto vacío, sentada sobre una silla, pensaba. Pensaba o soñaba. Tal vez sólo soñaba, tejía o imaginaba cómo serían las cosas de verle asomar a él a través de su ventana. Si sus ensoñaciones ya eran cálidas de por si, cómo serían de poder gozar con sus besos y sus caricias… Qué clase de emociones, qué suerte de sensaciones le envolverían de poder escuchar su voz y sentir su mirada ardiente y enamorada, o acaso sólo su mirada vacía, sin nada, indiferente y fría…

Se revolvió en el asiento y se palpó bajo la bata los senos aún rellenos de algodón, la cara interna y arqueada de sus muslos… todo estaba en su sitio, en perenne estado de hibernación, enmarcado por un perfecto y asqueroso orden, esperando la llegada del poeta que llama a la musa despierta, esperando al virtuoso que tañe el instrumento, flauta, mandolina, lira, pandereta o trompeta que rasga el viento. “Lo que a los sueños es tibieza y humedades, a los despertares debe ser torrente y fuego”, pensó. No quiso seguir imaginando, de modo que cerró los ojos, y cuando los abrió, aparte del dinosaurio, que seguía allí tan campante meneando la cola, estaba “él”. Se frotó los párpados con energía. Tuvo que sujetarse fuertemente a la silla para no abalanzarse en sus brazos, asegurándose previamente que estaba debidamente cerrado el candado de su cinturón de castidad.

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