jueves, diciembre 07, 2006

ANÁLISIS (mediático) DEL LLANTO DEL NEONATO




El otro día escuché en un telediario una noticia que me llamó poderosamente la atención: Una australiana aseguraba ser capaz de identificar, al menos, cinco tipos de llanto diferentes en el recién nacido y de conocer la causa de dichos llantos.
“¡Caramba!”, pensé, “qué australiana más chula”. "Ningún bebé va a venir a llevarle la contraria a esta señora, entre otros motivos porque los niños de pecho no suelen llevarle la contraria a nadie –para eso son de pecho, oiga"-.
Tal vez si lo hiciera, el niño diría: -Pues no, señora, no lloro porque me duela nada, sólo lloro de la risa que me produce ver como Vds. los adultos hacen conjeturas con estos asuntos tan íntimos y personales; lloro de pena cada vez que atisbo en mi horizonte una persona mayor en las mismas condiciones que yo, o sea, sin dientes y con pañales, y pienso, "anda que tenerme que ver de esta guisa otra vez cuando tenga la edad de este andóbal, bufff" ; y lloro de miedo cuando se acerca a olisquearme el fox-terrier de mi tía Amparo -que me mira como si yo fuera una empanadilla-, a pesar de esas voces experimentadas que intentan tranquilizarme diciendo “si no hace nada, sólo quiere saludar al nene” –con las malas pulgas que se gastan los fox-terrier, ¡coño!-.

En fin, con un neonato es muy fácil ir de farol habida cuenta que no tiene criterio para llorar por un desplome de la bolsa (en todo caso lo haría por una caída de la leche); le trae al fresco quién gane o pierda la Liga o las Elecciones Autonómicas, si han subido los precios de los hidrocarburos (su carrito de paseo va a seguir funcionando por tracción animal) o si el caviar en estas fechas anda por las nubes ( a él no se lo dejan ni oler porque dicen que es pequeño, sabrán esos villanos lo que es uno...). Tampoco tiene mal de amores ni le obsesiona la subida del paro o el precio de la vivienda (su hábitat se limita a las cuatro rejas que rodean su cunita) …

Estarán Vds. de acuerdo conmigo en que sus necesidades son bastante básicas –se cuentan con los dedos de una mano-, y es una perogrullada además de una estulticia pensar que cada vagido que arranca un niño por una causa es necesariamente igual al que emite otro niño por el mismo motivo.
Eso es tanto como decir que el recién nacido carece de la personalidad necesaria para poder llorar según le salga de los mismísimos pañales, sin tener en cuenta su propia idiosincrasia.

Pero lo raro no es que una australiana elucubre con estas tonterías. Por el simple hecho de que se trate de una aborigen nacida en las antipodas tampoco vamos a limitar sus métodos de conocimiento empírico al mundo de los marsupios, sería injusto. Lo que ya me parece más extraño –y penoso-, Sres. míos, es que una noticia como ésta comparta titulares en un informativo con el proceso de paz en Euskadi -por poner un ejemplo-.

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