martes, diciembre 05, 2006

EN LA CONSULTA DEL DOCTOR ( 3ª y última parte)


...continuación...


El Dr. Zito leía moviendo los labios y sus ojos, tras los lentes, se paseaban de los papeles al rostro de Federico y del rostro de Federico a los papeles.
Su desazón iba creciendo por momentos al sentir sobre sí, como una losa, la inquietante mirada del enfermo. Carraspeó:
-Humm...humm...verá, parece que aquí ha habido un lamentable error. La historia que yo manejaba era la de otro paciente aquejado de un problema diferente al suyo, por cierto, de edad bastante más avanzada...-
-¡No si yo ya int...!-
- ...para que vea que yo tenía razón, esa patología es cosa de ancianos, y usted, erre que erre, empeñado en ser prostático. Si Vds., los pacientes, dejaran de molestar y hacer sugerencias desde el mismo momento en que pisan la Consulta no confundirían al médico y no pasarían estas cosas.-
- Yo desde que he entrado lo único que le he tratado de explicar...-
-Lo que le decía Adelita...-
-...y no me ha dejado...-
-... ahora no hay respeto para los médicos ni para nadie. El enfermo cree que tiene todos los derechos, trata de enredarnos para que cometamos negligencias y así después denunciarnos y sacarse una pasta gansa-

Sobreactuando, declamaba en tono solemne como si estuviera interpretando Hamlet. Llevaba las manos dentro de los bolsillos del pantalón y contemplaba con tristeza la calle desde la ventana con la mirada perdida, reflexionando en voz alta para sí mismo, como si no hubiera nadie más en la estancia.
-Pe...perdone Doctor, no lo tome así. Yo sólo quería un volante para el oculista por esto mío del estrabismo, pero si quiere lo dejamos...vamos que...me voy si eso...-
Federico, bizqueando más que nunca, se sentía abochornado y culpable.

La enfermera permanecía sentada sobre el sillón del médico, y tras limarse las uñas se disponía a aplicarles una laca de un rutilante fucsia. Asentía con la cabeza a la vez que el Dr. Zito desgranaba toda la sarta de lamentaciones:
-Es más, Federico, si me apura un poco creo que debería denunciarle por poner en duda mi profesionalidad al asegurarle que su próstata está perfecta y usted empeñarse en afirmar que la tiene hecha polvo. Pero ya ve, ha dado con un hombre íntegro y honesto que solo desea el bien del enfermo-

Sonó un ¡plopp!, los dos hombres miraron en la misma dirección. Era Adelita que acababa de explotar una gran pompa de chicle y se le había quedado adherida en torno a la boca y la nariz.

(Federico afligidísimo)
- Tiene razón Dr. Zito ¿cómo habré podido ser tan desconsiderado?, si además me viene muy bien una revisión de esa zona ¡anda que no me voy yo poco contento sabiendo que estoy estupendo de la próstata! por lo del estrabismo ni se preocupe, hay veces que ni me lo notan...-
-Bueeeeno, bueno, tampoco hay que exagerar... está usted bizco, pero bizco de narices, ¡vamos que me está poniendo nervioso todo el tiempo porque no sé dónde mirar!, ¡¡Adelitaaaa!!. venga, déjese de manicuras y rellénele a este pobre hombre un volante para el Oftalmólogo-
La profesional protestó airada mientras se soplaba las uñas y agitaba las manos haciendo tintinear las pulseras:
-¿No ve que ahora no puedo escribir?-
-No, si tendré que hacerlo todo yo...-
Buscando el bolígrafo sobre la mesa empezaron a volar revistas, un espejo, un donut reseco, volantes de análisis llenos de manchas de grasa...
-Humm...¿lleva usted bolígrafo a mano, Federico? aquí nunca hay de nada-
Lanzó una mirada asesina a la enfermera que ahora, obviándole por completo, se aplicaba eye-liner en el párpado superior ante un espejo que había en la pared.
Solícito, Federico le tendió un rotulador de punta fina.
-¿No tiene otra cosa, hombre? Esto no sirve porque no calca, ¿no ve que no calca? y...y...no me mire así...-
-Pu...pues sólo he traído esto-.
El paciente bajó la vista avergonzado, sabiendo que el nerviosismo incrementaba la divergencia de su mirada y tartamudeaba al hablar.
-Mire, pues vamos a hacer una cosa. Como ya sabemos que está usted bien de la próstata, dejamos por hoy el asuntillo de los ojos y vuelve por aquí otro día a pedir consulta ó lo que quiera, pero ¡¡tráigase un bolígrafo en condiciones y folios limpios!! que así no se puede trabajar, hombre por Dios...luego dicen-

El enfermo, libre al fin, abandonó la consulta corriendo. A medida que se alejaba por el pasillo volvía la vista hacia atrás (con un solo ojo porque el otro miraba al frente) presa del pánico como si hubiera despertado de una pesadilla. Desde lo lejos, llegaban hasta sus oídos las voces de Zito y Adelita interpretando a dúo un aria de Madame Butterfly.



FIN

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