lunes, abril 09, 2007

EL ENCAPUCHADO




Al doblar la esquina me di de bruces con un tipo encapuchado que llevaba un arma en la mano. Sobresaltada le miré. Él me miró a mí. A través de unos ojales se veían brillar un par de ojillos burlones. Eché a correr. Él me siguió. Yo cada vez iba más de prisa, de vez en cuando miraba hacia atrás. Le sentía más cerca, y más, y más, y más... El corazón me brincaba, casi podía sentir su respiración agitada bajo la capucha. Llegamos hasta un callejón sin salida. Un elevado muro, de unos treinta metros de altura, se alzaba majestuoso ante mi. Me di la vuelta consciente de mi impotencia. –Tú ganas- le dije. El tipo me apuntó con el arma. Inclinando el enorme cirio encendido que llevaba en la mano, empezó a chorrear cera sobre el pavimento. –¡Anda! Entra sin oponer resistencia que van a empezar los Oficios-. Atravesé el umbral de la Catedral y me situé en la ultima fila de bancos. El encapuchado, tras de mi, no me quitaba el ojo de encima.

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