jueves, octubre 28, 2010

VINE AL MUNDO Y ME QUEDÉ (cap. 3)



Durante un tiempo fui la reina de la casa, quién me iba a decir a mi que más tarde sería la reina de las sombras, y más tarde aún, ni eso, sería nada, un triste recuerdo con vocación de ilusión, pero siempre venido a menos, eso sí.
Mi padre me reconoció como propia desde el mismo momento en que nací, lo cual reconforta, qué bobadas… Me convertí en la niña de sus ojos, era bonita, rubia, dulce, callada –se ve que ya iba para misántropa-, me vestían con gusto, parecía una muñeca Gisela, los médicos se volvían locos por atender mis afecciones de garganta, en pocos meses fui la musa de los pediatras, su predilecta… ohhh… tanto es así que uno de aquellos otorrinolaringólogos se empeñó en arrancarme las amígdalas y quedarse con ellas en plan reliquia, como prueba de embeleso y afecto hacia mi persona. Lo hizo con destreza, envolviéndome –inmovilizándome- previamente en una sábana blanca, una especie de sudario, colocando en mis fauces un separador –bozal- para que no pudiese repeler la agresión, y extirpándome aquellos enormes ganglios ensangrentados que me miraban llorosos desde el fondo de una batea, así, a pelo… sin anestesia ni nada… eso sí, con un cariño paternal. Yo correspondía, también con lágrimas en los ojos, contemplando asustada esa suerte de aborto que me habían practicado por vía oral, sin entender porqué mi abuela, como premio, le obsequiaba a dicho galeno con un conejo de granja, el mejor que había, además de remunerarle convenientemente –como es lógico- por los servicios prestados. Pensé, siempre desde un pensar de lo más ingenuo: “Si ese par de bolitas ensangrentadas –espantosas- que me acaban de quitar valen un hermoso conejo, ¿qué no valdrá este cuerpo que Dios me ha dado cuando crezca y me convierta en una buena moza de lo menos metro ochenta? ¿¿Cinco camellos…?? ¿Un par de caballos árabes de pura sangre…? ¿Una camada de Yorkshire Terrier Miniatura con pedigrí…???

Conocer ese dato me ha costado horas de sueño, lo reconozco, pero me he quedado sin saberlo… nunca superé el metro cincuenta y cinco de cuando nací. Nadie ha estado interesado en cambiarme por nada. Y creo que yo tampoco hubiese estado dispuesta a una nueva transacción, con lo de las amígdalas cerré la puerta a nuevos trueques.

(continuará…)
http://ana-erre.es

No hay comentarios: