lunes, septiembre 30, 2013

¿Y ahora, qué...?


¿Y AHORA, QUÉ…?

Se han ido todos y me han dejado sola aquí tirada, todos, hasta ese perro horrible, el lanudo gris.

Fue un accidente, lo juro, nadie tuvo la culpa, las cosas pasan, simplemente.

Alguien abrió la puerta de la nevera y yo me precipité al suelo desde su interior sin que se diesen cuenta, fue un accidente, lo juro, después cerró la puerta de nuevo y yo me quedé fuera, sentada sobre las baldosas de la cocina como una idiota. Éste no es mi hábitat, saben, aquí no hay agua de mar ni piscifactorías, aquí sólo hay un gato como un burro de grande que se me acerca de puntillas –me asusta-, me olisquea –me asusta-, me hace cosquillas con sus bigotes –me asusta-, y luego se va mirándome por encima del hombro con indiferencia –y esto también me asusta-.

También hay un perro, el horrible lanudo gris, que se acerca a mí correteando –me asusta-, viene que parece que se avecina un tsunami –me asusta, claro está-, y de no haberme escondido debajo de la nevera como alma que lleva el Diablo, me hubiese destrozado –sólo el pensarlo me acojona-.

¿Qué haré a partir de ahora sin mis compañeros de reparto? Al menos ellos han sido afortunados por haber sido agraciados con una suculenta comida a cargo de la casa, qué envidia sentí de ellos cuando llegó la cocinera al frigorífico e invitó a salir a todos mis colegas: las otras gambas, las almejas y los mejillones, diciéndoles: “chicos…de cabeza a la paella”, -no sé, seré una gamba muy ñoña... pero creo que esto último también me asusta-.

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